miércoles, 18 de noviembre de 2009

TERESA, EMBELESADA AL OIR HABLAR DE DIOS




A Doña Teresa de Ahumana, mientras estuvo en el internado de Santa María de Gracia, las conversaciones con una monja Agustina ,llamada Doña María de Briceño, la embelesan. Queda como trastornada “de oírla cuán bien hablaba de Dios”. Intima con ella, y se hacen confidencias mutuas.

“Comenzome a contar cómo ella había venido a ser monja, por solo leer lo que dice el Evangelio:^ muchos son los llamados y pocos los elegidos^. Decíame el premio que daba el Señor a los que lo dejan todo por El”.

Y Teresa empieza a preguntarse si vale la pena verse entre los elegidos por Dios y qué premio podría corresponder a los que lo dejan todo por El. Lo suyo siempre es buscar y conseguir un premio. Cuando, siendo niña, se fugó de casa con su hermano Rodrigo, lo que buscaban era el premio que Dios da a los que mueren mártires de la fe.

Año y medio se pasó ahondando en el sentodo de la vida religiosa que hacían aquellas mujeres. Pero su estilo de vida no la convencía, porque tenían algunas rarezas que no iban con su sensibilidad: “Me parecían extremos demasiados”.

Admite que estuvo dudando entre ser monja, como aquellas sus cuidadoras, o contraer matrimonio como había soñado antes de entrar en la casa de las Agustinas. Durante año y medio fue sopesando ventajas e inconvenientes. Tan en serio se tomó el asunto, que le iba en ello la vida. Jadea estremecida, de tanto darlo vueltas. Algo le pide el corazón, que no alcanza a entender. Rezaba a Dios para que le diese luz, y pudiera acertar en su decisión. Está cansada de todo. Se le han quitado hasta las ganas de comer. Desfallece.

Se reprime ante su amiga Briceño, que la acosa para atraerla a la Orden de San Agustín. Vive en una tensión permanente, que termina con su salud. Tener que decidir, le cuesta una enfermedad.

Su padre vuelve a por ella. La envuelve en su capa , la aprieta entre sus brazos, y la saca del internado. Y la lleva a dónde le dé el aire y el sol de la sierra. Y a donde vuelva a vivir la verdad de cuando niña, cuando se sentaba en las andas de su madre. En ningún sitio mejor que en casa de su hermana, la casada, y en su dehesa de Castellanos, en plena naturaleza.

Hasta el viernes, si Dios quiere. Con un saludo de vuestro Capellán

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