martes, 3 de noviembre de 2009

TOMA DE HÁBITO DE TERESA DE AHUMADA

Hoy ,3 de noviembre, celebramos en el Monasterio de la Encarnación la Toma de Hábito de Santa Teresa. Tal día como hoy, 3 de noviembre del año de 1536, Doña Teresa de Ahumada, la hija de Don Alonso de Cepeda, vistió el blanco hábito de carmelita y el velo de novicia. Justamente al año y un día de haber ingresado.

No fue un cumplido lo que hizo aquel día. Fue mucho más. Fue como una revelación de Dios: “ En tomando el hábito, luego me dio el Señor a entender cómo favorece a los que se hacen fuerza para servirle”. Descubrió que hacerse fuerza para servir al Señor, no era un esfuerzo inútil. Dios lo recompensa con favores inefables. Esa fue una experiencia de vida, que terminó aflorando a cada paso:¡Hacerse fuerza!

Tenían que pasar muchos años hasta que pudo demostrarse que aquella novicia tenía
suficiente fuerza para crear, desde su celda de la Encarnación de Ávila, un gran imperio de monjas descalzas, capitaneadas por ella.

Tal día como hoy, la priora puso un velo blanco sobre la cabeza de Doña Teresa de Ahumada. A través del transparente velo de novicia va a ir descubriendo el nuevo mundo monacal……

Nuestra novicia no salía de su asombro al ver pasar a su lado largas filas de monjas, dándole sus respetos y ofreciéndosele su compañía. Monjas vestidas de largas capas, sonrientes y encantadoras. Todo le resultaba novedoso, diferente. Su vida había cambiado por completo.
“Es verdad que andaba algunas veces barriendo en horas que yo solía ocupar en mi regalo y gala, y acordándoseme que estaba libre de aquello, me daba un nuevo gozo, que yo me espantaba y no podía entender por dónde venía”.

Enseguida empezó a sentir el gozo íntimo de tratar con Dios en la oración y haciendo penitencia. Sus conversaciones con la Maestra de Novicias, la meditación de la palabra de Dios y el canto coral la llenaban la mayor parte de las horas del día.

Cuando se asomó por primera vez al coro alto, y conoció a nuestra Señora de la Clemencia, quedó prendida de su belleza y amor maternal.

Todo tenía que mirarlo a través del velo blanco que cubría su rostro. Todo y a todos: monjas, parientes, amigas. Los atardeceres, las auroras, el ritmo de las horas, el trabajo. Cubierta bajo el velo, el corazón la decía que sus ojos estaban velados, para que pudiera mirar mejor hacia dentro de sí misma; que el velo significaba el compromiso de querer ver el rostro de Dios, que también le estaba oculto por el velo de la fe.

Cuando se acuerda de aquel día en que tomó el hábito, le entra una fuerza, “que no hay cosa que delante se me pusiese, por grave que fuese, que dudase de acometerla”. Tenemos que preguntarnos que clase de pasión se despertó en nuestra novicia ese día, que no pudo satisfacerla más que dándose por completo al soberano Señor del cielo y de la tierra, de quien se enamoró por completo ese mismo día. ¿Qué había visto Dios en ella? ¿Qué había visto ella en Dios?
Cuando se apagó la voz y en ruido de la fiesta del hábito, se miró al espejo y se vió, por primera vez, tocada con su velo blanco. Se encontró magnífica. Ya , en la oscuridad, la novicia pensó que había hecho una inmensa locura. Sin esperarlo, se vió sola, sin sentir el calor ni el frío de la calle, ni la caricia de su padre y hermanos , al echarse en la cama.

Pero, al fin, se sintió hondamente feliz. ¡A la hora, me dio un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jamás me faltó!

Esta tarde a las seis, las monjas traerán al coro, en andas, una imagen de la santa novicia. Hay procesión, Misa y plática .También padrino y madrina de la ceremonia. Todo como si volviera a entrar la joven Teresa , en persona. Estais invitados al acto.

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