domingo, 3 de junio de 2012







HUMILDAD, MORTIFICACIÓN Y DESASIMIENTO DAN MÁS SEGURIDAD

Especialista en el discernimiento de la vida espiritual, Madre Teresa distingue entre personas que, camino de agradar a Dios, unas lo hacen rezando oraciones vocales, otras meditando en la grandeza y hermosura de Dios valiéndose de la lectura de un libro piadoso, y otras en contemplación, abriendo su alma a la noticia y sentido del espíritu de los misterios de la fe, que  el mismo  Dios infunde en el alma de una manera infusa.

Aunque éstas últimas disfrutan de gustos y provecho en su interior, no es esto sinónimo de haber llegado a la perfección, sino que lo que cuenta en todas las situaciones es obrar para honra y gloria de Dios y para darle gusto a El.

Santa Teresa habla por experiencia. Haciendo memoria de su vida, confiesa que estuvo más de catorce años sin poder hacer meditación sino tenía un libro abierto, y que conoció una persona muy santa que sólo sabía hacer oraciones vocales. La escuchamos:

Yo estuve más de catorce que nunca podía tener aun meditación sino junto con lección. Habrá muchas personas de este arte, y otras que, aunque ea con lección, no puedan tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más. Hay pensamientos tan ligeros tan ligeros, que no pueden estar en una cosa, sino siempre desasosegados, y en tanto extremo, que, si quieren detenerle a pensar en Dios, se les va a mil disparates y escrúpulos y dudas.

Yo conozco una persona bien vieja, de harto buena via, penitente y muy sierva de Dios, y hasta hartas horas, hartos años ha, en oración vocal, y en mental no hay remedio. Cuando más puede, poco a poco, en las oraciones vocales se va deteniendo. Y otras personas hay artas de esta manera manera, y, si hay humildad, no creo yo saldrán peor libradas al cabo, sino muy en igual que los que llevan muchos gustos y con más seguridad en parte, porque no sabemos si los gustos son de Dios o si los pone el demonio.

Si son del demonio, trabaja aquí en poner soberbia; pero si son de Dios, no hay que temer; consigo traen humildad. Tampoco a los que da el don de lágrimas; que si ella no las tiene, no le parezca está muy atrás en el servicio de Dios; y debe estar, por ventura, muy más adelante, porque no son las lágrimas , aunque son buenas, todas perfectas; y la humildad y mortificación y desasimiento y otras virtudes siempre hay más seguridad. No hay que temer, ni hayáis miedo que dejéis de llegar a la perfección como los muy contemplativos (CP 17, 3-4)



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