jueves, 24 de enero de 2013


   














                   DOMINGO III C DEL TIEMPO ORDINARIO. DIA 27 ENERO



Este evangelio recoge el momento en que Jesucristo vuelve a su pueblo de Nazaret, “donde se había criado”.- Allí le esperaban con mucha expectación, porque “su fama se había ya extendido por toda la comarca”. Llegó un sábado, día en que los judios se reunían en la sinagoga para dar culto a Dios. Jesucristo asistió a la reunión, y leyó en alto un texto del profeta Isaias donde estaba escrito unas palabras reveladas por Dios, anunciando una profecía. Decía así: “ El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”.- Y cuando terminó de leerlo dijo:”Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oir”.-

 Porque ese soy yo: Dios le inspiró al profeta Isaías lo que sería el Mesías, el enviado por Dios, cuando llegase el tiempo previsto. Ese tiempo ha llegado ya. El Mesías ha llegado también, lo tenéis delante de vosotros.- Jesucristo para presentarse a sus amigos y convecinos de Nazaret, no encontró mejores palabras que esas, porque exactamente Jesucristo es el hombre enviado por Dios, que posee la fuerza del espíritu, el que predica una doctrina que es una buena noticia, porque es la salvación de los hombres; es el que proclama y confiere la libertad a los que están cautivos de sus vicios y pecados; que libera de la angustia y de la opresión a los que aceptan la fe y la influencia del espíritu en su alma.- Así es como se autopresenta, se autorevela a aquellos antiguos amigos de Nazaret, con los que había convivido hasta los treinta años.
   
Así es como se nos presenta también a nosotros Jesucristo, como “liberador”, dador y defensor de la libertad, de la libertad profunda del hombre, de su dignidad.Una libertad como fruto del espíritu, la única libertad verdadera, porque sólo “donde reina el espíritu de Dios, allí hay libertad”. Jesucristo se presenta como liberador, porque con su verdad y su gracia nos libera del pecado, que es la mayor esclavitud para el hombre. Es el que nos libera de la ira, de la tristeza, de la angustia, y nos reafirma en la autoestima como hijos de Dios, que podemos confiar en su amor y protección. En cualquier situación podemos tener la certeza de que nos dice “Hoy te amo con un amor que no se acabará nunca. Yo estaré contigo siempre. Por el espíritu estaré siempre con vosotros”.

    “Os infundiré mi espíritu, y os haré hombres nuevos, con un corazón nuevo”.- Si nos dejamos guiar por la fuerza del espíritu, seremos testigos de la Buena Noticia de la salvación; apreciaremos mejor la dignidad de cualquier persona; lucharemos un poco cada día por la paz y la verdad; por la transmisión de los valores permanentes, por el desarrollo integral de la persona, que tiene que liberarse de la esclavitud de las pasiones, del orgullo, de la vanidad, del poder, de las comodidades, y abrazarse con el trabajo , con el esfuerzo, con lo que supone sacrificio. Estas son las consecuencias de la fe en Jesucristo: nuestra fe en Jesucristo no es una fe que esclavice u oprima. Es la fe que nos hace libres, porque nos libera de todo lo que nos oprime y esclaviza, la  que nos da la luz de la verdad, alegría y paz.- Resistid al mal, que es una forma de esclavitud. Haced siempre el bien. Sed comprensivos. Perdonaos mutuamente.
    
Que hoy se cumpla también en nosotros la escritura que acabamos de oir.


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