jueves, 3 de enero de 2013


 


 
 
 
 
 
 
                         FIESTA DE EPIFANIA. Domingo 6 de enero 2013
 
                           UN  CAMINO INTERIOR EN BUSCA DE DIOS

 En la fiesta de hoy , Epifanía, se muestra la grandeza del corazón de Dios. Jesús no se ha encarnado para darse a conocer a unos cuantos, sino para encontrarse con todos los hombres. En la figura de los Magos de oriente vemos el cumplimiento del deseo inscrito en el corazón humano: encontrar a Dios.-

Esos tres hombres habían oído que los profetas de Israel habían anunciado que vendría un Rey, que estaría en íntima armonía con Dios y que, en su nombre y de parte suya, restablecería el orden y la paz en el mundo. Y se pusieron en camino para encontrar ese Rey. En lo más hondo de su ser buscaban que en el mundo se restableciera el derecho, la justicia que debía venir de Dios. Y ellos estaban dispuestos a servir a ese Rey, ponerse a su disposición y colaborar con él a la renovación del mundo. Eran de esas personas que tienen hambre y sed de justicia.-

 Y fueron a buscarlo a donde ellos creían que tenía que estar en la gran ciudad de Jerusalén y en un palacio.-Pero allí no estaba. Resultó que el nuevo Rey era muy diferente de lo que se esperaban. Debían, pues, empezar a aprender que Dios es diferente de como acostumbramos a imaginarlo. Y así comenzaron a recorrer un camino interior. Una estrella los guió a un pequeño pueblo llamado Belén, hasta que encontraron a un Niño envuelto en pañales, se postraron ante El y lo reconocieron como el Rey anunciado por los profetas.

Y empezaron a cambiar su idea sobre el poder, sobre Dios y sobre el hombre y, con ello, a cambiar también ellos mismos. Ahora habían visto que el poder de Dios es diferente al poder de los grandes del mundo. Su modo de actuar es distinto de como lo imaginamos, y de como quisiéramos imponerle que fuera. En este mundo, Dios no le hace competencia a las formas terrenales del poder. No contrapone unos ejércitos a otros ejércitos.

”Al poder estridente y pomposo de este mundo, Dios contrapone el poder inerme del amor, que en la Cruz sucumbe y, sin embargo, constituye la nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de Dios, que es diferente del reino de los hombres. Aquellos hombres venidos de Oriente comprendieron que eso de instaurar la causa de la justicia y del bien en el mundo no se puede conseguir simplemente a través de órdenes impartidas desde lo alto de un trono, ni por las armas, ni por la fuerza...Aprenden que su vida debe acomodarse a este modo divino de ejercer el poder, y que para ello deben convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia, del amor y del servicio a los demás.- El poder humano, si prescinde de Dios, se convierte en totalitarismo, que no sirve a la libertad del hombre, sino que lo priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino saber dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico, La revolución verdadera consiste en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿ qué puede salvarnos, si no es el amor?.- Aquellos hombres “entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”. Queridos hermanos, ésta no es una historia lejana, de hace mucho tiempo. Es una presencia. Y aquí, en la Hostia consagrada, El está ante nosotros y entre nosotros. Como entonces ,se oculta misteriosamente en un santo silencio y, como entonces, desvela precisamente así el verdadero rostro de Dios. Por nosotros se ha hecho grano de trigo que cae en tierra y muere y da fruto hasta el fin del mundo. El está presente aquí como entonces en Belén. Y nos invita a adorarle, a hacer ese camino interior que se llama adoración.Y pidámosle a El que nos guíe en el camino. Amen”.

 

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