domingo, 27 de enero de 2013









                        AMOR Y TEMOR DE DIOS: DOS CASTILLOS FUERTES

Santa Teresa dedica el capítulo 40 de Camino a glosar las dos últimas peticiones del Padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. La Santa le pide al divino Maestro algún remedio para no vivir en continuo sobresalto. Y el Señor la inspiró estos dos  remedios: amor y temor, a los que compara a dos castillos fuertes.

Dos castillos, pero que se integran en un solo bastión. De las dos actitudes de fondo, amor y temor, resultará esa especie de seguro de vida y de camino, tan anhelado por la Santa, sensible en extremos al clima de permanente inseguridad en que vive la vida. Quien posea estas dos virtudes es como el que se instala en dos castillos fuertes, desde donde podrá pelearse con todo el mundo y contra todos los demonios, sin conocer la derrota. La escuchamos:

Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos dio su Majestad, es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies, para no caer por camino adonde hay tanto en que tropezar, como caminamos todos los que vivimos; y con esto, a buen seguro que no seamos engañadas.

Me diréis que en qué veréis que tenéis estas dos virtudes tan grandes; y tenéis razón, porque cosa muy cierta y determinada no la puede haber; porque siéndolo de que tenemos amor, lo estaremos de que estamos en gracia. Mas mirad, hermanas, hay unas señales que parece los ciegos las ven, no están secretas; aunque no queráis entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho ruido, porque no son muchos los que con perfección las tienen, y así se señalan más.

¡Como quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios (CP 40, 1-2).

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