viernes, 12 de octubre de 2012










VENGA EN NOSOTROS TU REINO

Santa Teresa ,después de comentarnos las primeras palabras del Paternoster “Padre “ y “que estás en el cielo”, en el capítulo 30 de Camino desarrolla lo que significan para ella estas dos peticiones: “santificado sea tu nombre” y “venga en nosotros tu reino”. Las dos peticiones van unidas: primero le pedimos a Dios que reine en nosotros, para disponernos a que podamos alabar, glorificar, santificar su nombre.

Glosa estas peticiones vocales en clave de oración contemplativa. El alma se le va a la oración celeste, a la oración de los ángeles y de los santos que habitan el reino de los cielos. Pero a continuación, declara que le pedimos a Dios que entre en nosotros su reino, porque sólo así podremos alabar y santificar su nombre en nuestra oración de la tierra. Así el engranaje de las dos peticiones se hace envolvente: pedimos para poder dar. Le pedimos su reino: que lo instale en nuestro mundo interior, para poderle dar alabanza y glorificación como en el cielo.

Y atención al contenido de la palabra “reino”. A mi personalmente me ha ayudado mucho al hacer esta petición en el rezo del Paternoster, detenerme en el contenido que santa Teresa engloba en la palabra “reino”:, desasimiento, sosiego y paz duradera, gozo, gloria, satisfacción, amor, comunión con los demás. La escuchamos:

El gran bien que me parece a mí hay en el reino del cielo, con otros muchos, es : ya no tener cuenta con cosa de la tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismo, un alegrarse de que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en si mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino en amarle, ni puede dejarle, porque le conoce.

Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para pedir esta petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos dice pidamos cosas imposibles. Hay ratos que, de cansados de andar, los pone el Señor en un sosiego de las potencias y quietud del alma, que, como por señas, les da claro a entender a qué sabe lo que se da a los que el Señor lleva a su reino; y a los que se les da acá como le pedimos, les da prendas para que por ellas tengan gran esperanza de ir a gozar perpetuamente lo que acá les da a sorbos (CP 30,5-6).

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