miércoles, 17 de octubre de 2012





DIOS LES MOSTRARÁ LOS SECRETOS QUE HAY EN SU REINO

Santa Teresa nos muestra en el capítulo 31 de Camino la experiencia gozosa que le causó Dios al concederle su reino. Todo lo que regala Dios cuando nos da lo que le pedimos en el Paternoster: “Venga en nosotros tu reino”.

Teresa experimenta que Dios le ha dado su reino. Ha llegado a lo que ella llama “oración de quietud”, o “principio de contemplación”. Y por eso mismo es la entrada en el reino que pedimos en el Paternoster.Es que ya, ya “parece comienza el Señor a dar a entender que oye nuestra petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos”.

La oración es trato de amistad entre Dios y el orante. Y si bien, con frecuencia prevalece la actitud activa del orante, ahora santa Teresa declara que en la oración de quietud se produce un cambio: una irrupción o infusión del misterioso interlocutor, Dios. La gracia de la contemplación remueve y transforma la interioridad del orante.”No entiende cómo entiende”, pero se “ve en su ser”, y parece que la misma alma está con acatamiento aún para no osar pedir. Y lo entiende el alma por una manera muy fuera de entender con los sentidos”. La voluntad, y con ella la afectividad entera del orante, quedan subyugadas, “cautivas” en el amor de Dios. La escuchamos:

Quiero declarar lo que el Señor ha querido dármelo a entender  para que os lo diga, esta oración de quietud, a donde a mí me parece comienza el Señor a dar a entender que oye nuestra petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o ponerla el Señor con su presencia por mejor decir, como hizo al justo Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que ya está junto cabe su Dios. Que, con poquito más, llegará a estar hecha una misma cosa con él por unión.

Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no  entiende cómo lo entiende más de que se ve en el reino, y parece que la misma alma está con acatamiento interior y exteriormente, que no quería el hombre exterior (digo el cuerpo) que no querría bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino, descansa para poder mejor  tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello. Siente grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma (CP 31. 1-2).

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