jueves, 28 de abril de 2011

¿QUIÉN ES ESTE AL QUE LE OBEDECEN TODAS LAS POTENCIAS DE MI ALMA?






En estos dias de Pascua celebramos a Jesucristo Resucitado, el Viviente con una existencia nueva que se aparece a Pedro, a los Once, a los discípulos de Emaus, al que siendo el mismo que habían conocido con su corporeidad, tardan en reconocerle cuando se les aparece ya resucitado. Era tal la sorpresa y la novedad, que no salían de su asombro, ¿ Será el mismo que murió en la cruz y fue sepultado?. Y les ocurre que tan pronto como le reconocen, desaparece.



Tratándose de unos hombres pescadores, desconcertados por la pasión y muerte de su Maestro, asustados por miedo a los judicios, es tal el efecto ttransformador que se opera en ellos cuando se les aparece resucitado que de hecho. la predicación apostólica, con su entusiasmo y audacia, es impensable sin un contacto real de los testigos con el fenómeno totalmente nuevo e inesperado que los llega desde fuera y que consistía en la manifestación de Cristo resucitado y en el hecho de que hablara con ellos.



Algo parecido le ocurre a Teresa de Jesús. El Viviente se le "aparece" y le "habla", y tiene tal certeza de que es Jesucristo al que "VE" y "OYE", que así se lo cuenta a su confesor y lo dejó escrito:



Es así, cierto" que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos en la mar, cuando se levantó la tempestad, y así decía yo: ¿Quién es Este al que así le obedecen todas mis potencias, y la luz en tan gran oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber mucho tiempo sequedad?; ¿quién pone estos deseos?; ¿quién da este ánimo?; que me acaeció pensar: ¿de qué temo?, ¿qué es esto?".



"Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es, y sé que lo es, y que son mis esclavos los demonios, siedo yo sierva de este Señor y Rey, ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿ Por qué no he yo de tener fortaleza para combatirme con todo el infierno? Tomaba yo una cruz en la mano, y parecía verdaderamente darme Dios ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera luchar con ellos a brazos, que me parecía fácilmente con aquella cruz los venciera a todos. Yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos los miedos que solía tener, hasta hoy. Quedome un señorío contra ellos, bien dado del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas (V 25, 18-20).



FELICES PASCUAS. Nicolás González

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