viernes, 24 de septiembre de 2010

UN MENDIGO LAMADO LÁZARO Y EL RICO EPULÓN.Domingo 26 sep.

Abraham sale al encuentro de los forasteros,
mientras su esposa dispone la mesa para obsequiarlos.
Bajo relieve en plata.Custodia del Corpus.Juan de Arfe, 1571

En el domingo próximo, el evangelio nos propone que reflexionemos en una parábola, que se desarrolla en un escenario cruel. La escena la vemos representada en el dintel de la entrada a algunas iglesias, para tenerla delante en nuestra vida de creyentes.
¿ Qué nos dice Jesucristo en este Evangelio, con esta parábola ? Describe dos situaciones extremas de riqueza y de pobreza, el rico epulón y el pobre Lázaro. Jesucristo detesta que haya esas diferencias sociales que se dan entre los que no carecen de nada y los que carecen de todo. Los dos mueren. El uno va al cielo , el otro al infierno. El rico se condena no por ser rico, sino por ser malo, por ser egoista, por su soberbia, por tener un corazón de piedra, incapaz de conmoverse ante la indigencia del otro.

Y Lázaro se salva, no por ser pobre, sino por ser bueno, honesto, por ser humilde y fuerte, por saber esperar confiadamente, por plantar cara al otro.

Las claves del pensamiento de Jesucristo es el amor. Cuando falta el amor, el hombre puede convertirse en un ser despiadado y cruel. También nos enseña que, al final de la vida, nos examinarán del amor. En el juicio final, Dios no nos juzgará por lo que tengamos o hayamos acumulado, sino por lo que hayamos hecho en bien del prójimo, por lo que hayamos ayudado a los demás.-
Jesús no admitía ni podía admitir la injusta distribución de la riqueza, que era propia de su tiempo, y de todos los tiempos.Predica la justicia y el amor, la solidaridad y la fraternidad que cada uno ha de vivir con sinceridad y verdad. Recuerda que la idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios, pero también lo es porque aparta del hermano.

El papel del pobre Lázaro desgraciadamente hoy lo encarnan millones de personas que mueren de hambre, que no tienen ni agua potable que beber. En la pantalla de TV hemos visto estos dias chavolas de niños desnudos y esqueléticos, y la asamblea de los hombres más poderosos del mundo. Exactamente. la versión moderna de la parábola del mendigo Lázaro y del rico Epulón. Los dos murieron. La muerte los puso ante la verdad de vida. El uno voló al cielo y el otro cayó en el infierno.
Al caer en la cuenta de que ya no había camino de retorno, el rico pidió a Dios un milagro para que sus familiares no cayesen en la misma desgracía:” Que si un muerto va a verlos, se arrepentirán”. El milagro es el amor. No hay otro para ir al cielo. Las distancias cortas de esta vida terrena se vuelven infinitas en la otra. Esa distancia insalvable que Epulón percibe entre el destino de Lázaro en la otra vida y la suya, la podía haber salvado levantándose de la mesa y acudiendo a la puerta en la que languidecía Lázaro, muriendo de hambre y de miseria.

No podemos ser indiferentes ante la miseria humana. Jesucristo se la cargó sobre sus hombros, se identificó con los más pobres, y curó sus dolencias y miserias. Imitemos a Jesús. Y no lo olvidemos, al final de la vida nos examinarán del amor.

Feliz domingo. Desde la iglesia de la Encarnación, en Ávila, os encomienda a santa Teresa y os envia un codial saludo vuestro Capellán Nicolás González

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