sábado, 13 de marzo de 2010

IV DOMINGO DE CUARESMA, EL HIJO PRÓDIGO



Cristo crucificado.Pintura sobre tabla.
Pedro Berruguete. a.1503. Retablo de la Catedral de Ávila

Poned mucha atención, al escuchar el santo evangelio, llamado del "hijo pródigo". Es una de las páginas más bellas y estremecedoras de la Sagrada Escritura. En ese evangelio podemos vernos retratados cada uno de nosotros.


Un hijo le pide a su padre la parte que le pueda corresponder en la futura herencia, y se va de casa, llenos nos bolsillos con lo que le ha regalado el padre.¡ Y a vivir la vida! Cuando ya lo había gastado todo, cae en la cuenta de que se muere de asco, que nadie le echa una mano, y decide volver la casa paterna. ¡ Si mi padre no me acoge como hijo, le pediré que me contrate como un criado!


Vuelve con los pies descalzos, con el pantalón hecho girones, andrajoso y a pan pedir.


Su padre le estaba esperando con los brazos abiertos.¡Ese era un padre! Paciente, que no lleva cuentas del mal que le ha hecho su hijo, que ni le pregunta por donde ha andado. Lo abraza llorando de emoción, lo calza y lo viste, y prepara un banquete, más que si fuera una boda.


En ese hijo vemos un retato de nuestras infidelidades, afrentas y verguenzas. De las ofensas que hacemos a nuestros padres, que, a la vez, son ofensas a Dios, lo que llamamos pecados.- Pues sintámonos, cada uno de nosotros, como hijos, siempre amados por nuestro Padre Dios, dispuesto a perdonarnos y vestirnos de gracia y bendición. Nada vale tanto como el saber que siempre, siempre, pase lo que pase, alguien me quiere, me valora y me espera. Y ese alguien es Dios.¡ Descúbrelo, repensando tu vida, y acercándote a un confesonario, arrepentido de tus pecados, y confesándolos al representante del Dios Padre misericordioso.


Los padres y las madres se vean representados en este padre del evangelio de hoy. Y lo imiten un poco más , para ser ejemplo de toda bondad y generosidad.


¡Yo, Dios mio, con mucha ansia y fatiga os buscaba, siendo así que Tu me esperabas con más ansia y fatiga que las que a mí me afligían!


Señor, habiéndome convencido de que debo volver a mi mismo y penetrar en mi nterior, para encontrarte a Ti, te pido que seas tu mi guia y mi reclamo.

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