miércoles, 3 de febrero de 2010

DE PROFESIÓN, ORAR



DE PROFESIÓN, REZAR
Así, como suena. Uno tiene la profesión de médico, o de profesor, o de carpintero. La profesión de una monja es rezar. Rezar con gozo, con esperanza. Resistir toda la vida rezando. Rezar a Dios, nuestro Padre, en la cercanía del corazón . Rezar revela un ámbito de ternura. Es su oficio propio y específico. Alabar continuamente a Dios, darle gracias y suplicar su misericordia a favor de la humanidad.
O, para decirlo con palabras de la monja Teresa : La oración no es otra cosa sino tratar de amistad, estando tratando a solas con quien sabemos nos ama.

Consiguientemente, su ocupación fundamental la dedican a la oración personal, a participar, a diario, en la Santa Misa y a cantar las Horas Canónicas en comunidad y estando presentes en el coro de la Iglesia. Estos actos de comunidad tenían ocupadas a las monjas, en tiempo de Santa Teresa, y hoy mismo, la mayor parte del día.
Las Horas Canónicas correspondían, entonces, a la denominación clásica de Maitines, Laudes, Prima, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. No podemos precisar con todo rigor los distintos momentos del día y de la noche en que las carmelitas se reunían en el coro para cantar cada una de las partes del Breviario. Las horas variaban del verano al invierno.Maitines lo rezaban dos horas antes de salir el so; Laudes y Prima antes de Misa, en las primeras horas del día, Vísperas a media tarde y Completas al anochecer, antes de retirarse a dormir. Tercia, Sexta y Nona estaban espaciadas en el centro del día.
Cada monja disponía de un ejemplar del Breviario. La Madre Teresa tenía el suyo, con una estampa en su interior, en papel, con la imagen del Niño Jesús dormido sobre un corazón. Los textos en latín. El rezo coral estaba regulado con una minuciosa disciplina, que no era fácil de aprender. A Santa Teresa le costó tiempo hasta acoplarse, según ella misma dice:”Sabía poco del rezado, y de lo que había de hacer en el coro y cómo lo regir, de puro descuidada y metida en otras vanidades, y veía a otras novicias que me podían enseñar” (V31,23). El Breviario usado por Santa Teresa se guarda en el convento de Carmelitas de Medina del Campo.
En la comunidad había algunas especialistas en música. Eran las llamadas monjas músicas. Por su especialidad, estaban dispensadas de pagar dote a su ingreso. Ellas debían interpretar el canto de las antífonas, las calendas, los himnos y toda esa variedad de piezas musicales de los coros del siglo XVI. Otras tocaban el órgano, el arpa, el bajón, y demás instrumentos musicales.
El culto a la Eucaristía era el principal. Se decían una misa a diario y dos los domingos y días festivos, la del alba y la Misa Mayor. A ésta era obligatoria la asistencia de todas las monjas. Por entonces, la comunión frecuente era hacerlo una o dos veces por mes, salvo que el confesor autorizara hacerlo más a menudo. Estaba reglamentado también confesarse una vez por semana o, a lo sumo, cada quince días.
Las comuniones de Santa Teresa llamaban la atención. Al punto se quedaba arrobada, en éxtasis, como fuera de sí. Por eso prefería asistir a la misa del alba, a la que iban muy pocas, y comulgar la última. Por más que se empeñaba en pasar desapercibida, no lo pudo conseguir. Según cuentas los testigos, “se ponía para no ser vista de aquella suerte, porque no la tuviesen por santa, y pidiendo a Nuestro Señor con grande insistencia le hiciese merced de no hacerla semejantes favores tan en público”.
También nosotros, creyentes, necesitamos orar a Dios. Unas veces con palabras vocales, y otras en silencio, estanto tratando a solas con quien sabemos nos ama, nuestro Señor. Con un cordial saludo de vuestro Capellán

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