jueves, 29 de octubre de 2009

TERESA, EMBEBIDA EN LOS LIBROS

TERESA DE AHUMADA, EMBEBIDA EN LA LECTURA
Santa Teresa escribió en el número 1 del capítulo 2 de Libro de la Vida que su madre la enseñó a leer libros de caballería . Anotamos esta excelencia, en tiempos en que casi nadie sabía leer ni escribir. La niña Teresa, a las faldas de su madre, leía y leía, hasta quedar enganchada a la lectura. Lo dice ella misma en este párrafo:
“Porque, con ser mi madre tan virtuosa, como he dicho, de lo bueno no tomé tanto, en llegando a uso de razón, ni casi nada, y lo malo me dañó mucho. Era aficionada a libros de caballerías y no tan mal tomaba este pasatiempo como yo le tomé para mí, porque no perdía su labor, sino desenvolvíamonos para leer en ellos, y por ventura lo hacía para no pensar en grandes trabajos que tenía, y ocupar sus hijos, que no anduviesen en otras cosas perdidos. De esto le pesaba tanto a mi padre, que se había de tener aviso a que no lo viese. Yo comencé a quedarme en costumbre de leerlos; y aquella pequeña falta que en ella vi, me comenzó a enfriar los deseos y comenzar a faltar en lo demás; y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo lo que en esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento”.
No es nada nuevo que nuestra Santa se culpe de dedicar muchas horas de día y de noche a leer libros de caballería. Y, con el agravante, de tener que hacerlo al escondite, para que su padre no la viera con tales libros en la mano. A la vez, disculpa a su madre de que ella leyera libros de caballería, para distraerse de los muchos trabajos y preocupaciones que la acosaban, y de que a los hijos, y a ella en particular, les aconsejara su lectura para que, mientras leían, no estuvieran en otros sitios peligrosos para su salud o para su virtud.
Tenemos que irnos acostumbrando a leer cómo Santa Teresa se ve a sí misma, por cualquier motivo, como una pecadora . Y sobre todo, desde que descubrió las misericordias que Dios tenía con ella, culparse por haberle hurtado a su Amigo el tiempo que podía haberle dedicado a amarle más, sumida en la oración, en la contemplación o en el ejercicio de la caridad.
Nó, Madre Teresa, no tienes razón al considerar una falta tu adición a la lectura. O tildarlo de “vano” ejercicio. Tu misma lo reconoces cuando dices “ paréciame no era malo” dedicarle horas y horas, hasta quedarte en costumbre y quedar “tan embebida , que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento”.
A lo largo de sus libros, tendremos oportunidad de ver la influencia positiva que ejercicio la lectura de otros libros, para su crecimiento personal, tanto bajo el punto de vista humano como espiritual.

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