El encuentro de Dios con Teresa se realiza a manera del encuentro entre dos personas. Aquí tenemos que notar que Dios se encuentra con Teresa encarnado en un hombre, llamado Jesucristo. Esa realidad de encuentro entre hombre y mujer confiere a las relaciones mutuas un proceso vivencial de tú a Tu, de sorprendentes novedades.
Teresa se siente interpelada por el Otro de tal modo que se produce en ella una mutación afectiva y emocional muy profunda. No se ve, sin el Otro. El Otro la determina. Pero ella, a su vez, proclama su libertad, aún diciendo que le ha entregado su voluntad y libertad al Otro. Con toda certeza el Otro, Jesucristo, es todo para Teresa. Y Teresa desea ser todo para Jesucristo, aunque con dudas e incertidumbres, que la enardecen, por verse tan miserable y ruín.
Teresa sostiene, contra algunos directores espirituales de su tiempo, que para ir a Dios no debe apartarse el alma de lo corporeo. Digan lo que digan, ella, que ha experimentado ya a Dios en muy subidos vuelos del espíritu, asegura: " Lo que yo querría dar a entender es que, no ha de entrar en esta cuenta la sacratísima Humanidad de Cristo".
Por más que nosotros , de maña y con cuidado, nos acostumbremos a no procurar con todas nuestras fuerzas, traer delante siempre esta sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien, y que es andar el alma en el aire,como dicen; porque parece que no trae arrimo, por mucho que le parezca que anda llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano.
Los que piensan lo contrario, su primer inconveniente es un poco falta de humildad, de quererse levantar el alma hasta que el Señor la levante y no contentarse con meditar cosa tan preciosa, y querer ser María antes que haya trabajado con Marta, Esta motita de poca humildad, aunque parezca que es nada, para querer aprovechar en la contemplación, hace mucho daño.
Lo segundo, nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles, estando en la tierra, es desatino...Sobre todo, andando en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre, y le vemos con flaquezas y trabajos, y es compañía.
Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone, por tercero, a su Hijo. Esto he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma.
Imitemos a santa Teresa, saliendo al encuentro con Jesucristo, Dios en persona y hombre a la vez, desde la fe y amor. Con mi afecto, Nicolás González