PASCUA DE RESURRECCIÓN
Esta
es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso
del abismo. Este misterio de la resurrección lo
expresamos con tres signos sacramentales: el pan de la eucaristía, la
luz del Cirio y el agua bendita.- Para expresar la relación de la eucaristía
con la resurrección, nos valemos de la
palabra de Jesús:”En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto”. Jesús es el
grano de trigo que muere. Del grano de trigo enterrado comienza a salir el
tallo, y crece la espiga. Eso mismo pasó
con Jesucristo: no podía permanecer en el sepulcro. El sepulcro queda
vacio, porque el Padre no lo “entregó a la muerte, ni su carne conoció la
corrupción”. Puesto que ha consumado su muerte como ofrecimiento de sí, como
acto de amor, su cuerpo ha sido transformado en la nueva vida de la
resurrección. Por eso él, el Verbo
encarnado , es ahora nuestro alimento, que lleva a la auténtica vida ,a la vida
eterna. El Verbo eterno –la fuerza creadora de la vida – ha bajado del cielo,
convirtiéndose así en el verdadero maná, en el pan que se ofrece al hombre en
la fe y en el sacramento. Ha resucitado y ha abierto el corazón de Dios a la
carne transformada. Del grano de trigo enterrado comienza la gran multiplicación del pan de vida que
dura hasta el fin de los tiempos: El es el Pan de vida capaz de saciar
sobreabundantemente a toda la humanidad y de darle el sustento vital, la vida
nueva de la fe y del espíritu: el Hijo de Dios eterno, que se hizo hombre, para
ser también pan para nosotros,a través de la cruz y la resurrección. Sobre el
sepulcro de Jesús, resplandece el misterio de la Eucaristía, que celebramos en
esta noche santa.
Señor
Jesucristo, al ser puesto en el sepulcro has hecho tuya la muerte del grano de
trigo, te has convertido en el grano de trigo que muere y produce fruto con el
paso del tiempo, hasta la eternidad. Desde el sepulcro iluminas para siempre la
promesa del grano de trigo del que procede
el verdadero pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo. La Palabra
eterna, a través de la encarnación y la muerte, se ha hecho Palabra cercana; te
pones en nuestras manos y entras en nuestros corazones para que tu Palabra
crezca en nosotros y produzca fruto. Te das a ti mismo a través de la muerte
del grano de trigo, para que también nosotros tengamos el valor de perder
nuestra vida para encontrarla. Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio
eucarístico y a venerarlo,a vivir verdaderamente de Ti, Pan del cielo. Ayúdanos
a ser tu “perfume” y a hacer visible la huella de tu vida en este mundo. Haz
que podamos alegrarnos de que una vez resucitado del sepulcro estás siempre
vivo entre nosotros hasta el fin del mundo. Que llevemos esta certeza y este
gozo al mundo,para ser de este modo testigos de tu resurrección.
Jesucristo resucitado es luz, simbolizado por el cirio. Nos apoyamos
también en la palabra de Jesús:” Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.- Cristo es la luz que
ilumina la inteligencia por ser la plenitud de la revelación divina; y es
también luz que inflama la voluntad para que pueda aceptar esa misma revelación
y hacerla vida suya. Nosotros hemos seguido el cirio con sus luces en la mano,
para expresar que Jesús nos pide que le sigamos para llegar a ser hijos de la
luz..”Caminad mientras teneis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan;
porque el que camina en tinieblas no sabe a dónde va.Mientras teneis la luz,
creed en la luz para que seais hijos de la luz”.
El
tercer signo sacramental de Cristo resucitado es el agua. La vida nueva que
recibimos con el agua del bautismo, y la fuerza que infundió en sus apóstoles,
para ir por todo el mundo anunciando su mensaje de salvación, lo expresamos
también esta noche con el agua, que vamos a bendecir y derramar después sobre
nuestras cabezas. Al vernos rociados por el agua bendita, sintámonos como hijos
de Dios renacidos por el bautismo, renovados en el espíritu, como rociados por
la gracia de Cristo resucitado, que al igual que el agua, reconforta, alivia,
purifica y da vida.- La Pascua es un revivir
la muerte y la resurrección del
Señor,para apropiárnosla. Es una actualización siempre nueva de ponernos en
comunión con Cristo viviente en la Iglesia.
La resurrección de Cristo de entre los muertos es el fundamento de
nuestra fe y de nuestra esperanza. Saliendo victorioso de la muerte, fué
entronizado en la historia como el Señor. Sólo en El está la salvación. Por su
Espíritu sigue vivo en la Iglesia y en el corazón de los creen en El.Digámosle
de corazón: “Tú eres mi luz y mi salvación”.