FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ DE
AVILA
Alboroto
de toda la ciudad y pleitos (15)
Mientras
las cuatro novicias rezaban y vivían unidas en amor y paz indecibles en el
conventito de San José recién fundado por Madre Teresa de Jesús, como una
estrella que daría gran resplandor por el todo el mundo, algunas gentes de
Ávila querían tapar esa estrecha hasta que dejara de alumbrar por
completo.Recogemos en forma abreviada la crónica de los acontecimientos que se
siguieron a aquel 24 de agosto de 1962:
El
alboroto de toda la ciudad era tan grande como ahora diré. Desde a dos o tres días, juntáronse algunos de
los regidores y corregidor y del cabildo , y todos juntos dijeron que en
ninguna manera se había de consentir, que venía conocido daño a la república, y
que habían de quitar el Santísimo Sacramento, y que en ninguna manera sufrirían
pasase adelante. Hicieron juntar todas las Ordenes para que digan su parecer,
de cada una dos letrados. Unos callaban, otros condenaban; en fin, concluyeron
que luego se deshiciese. Sólo un Presentado de la Orden de Santo Domingo ,
aunque era contrario no del monasterio, sino de que fuese pobre, dijo que no
era cosa que así se había de deshacer, que se mirase bien, que tiempo había
para ello, que éste era caso del Obispo, o cosas de este arte, que hizo mucho
provecho. Porque según la furia, fue dicha no lo poner luego por obra. Era, en
fin, que había de ser; que era el Señor servido de ello, y podían todos poco
contra su voluntad. Daban sus razones y llevaban buen celo, y así, sin ofender
ellos a Dios, hacíanme padecer y a todas las personas que lo favorecían, que
eran algunas, y pasaron mucha persecución.
Era
tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra cosa, y todos
condenarme e ir al Provincial y a mi monasterio. Yo ninguna pena tenía de
cuanto decían de mí más que si no lo dijeran, sino temor si se había de
deshacer. Esto me daba gran pena, y ver que perdían crédito las personas que me
ayudaban y el mucho trabajo que pasaban, que de lo que decían de mí antes me
parece me holgaba; y si tuviera alguna fe, ninguna alteración tuviera, sino que
faltar algo en una virtud basta a adormecerlas todas; y así estuve muy penada
dos días que hubo estas juntas que digo en el pueblo (43), y estando bien
fatigada me dijo el Señor: ¿No sabes que soy poderoso?; ¿de qué temes?, y me
aseguró que no se desharía. Con esto quedé muy consolada.
Enviaron
al Consejo Real con su información . Vino provisión para que se diese relación de
cómo se había hecho.
Hela
aquí comenzado un gran pleito; porque de la ciudad fueron a la Corte, y
hubieron de ir de parte del monasterio, y ni había dineros ni yo sabía qué
hacer. Proveyólo el Señor, que nunca mi Padre Provincial me mandó dejase de
entender en ello; porque es tan amigo de toda virtud, que aunque no ayudaba, no
quería ser contra ello. No me dio licencia, hasta ver en lo que paraba, para
venir acá ( al recién fundado convento de San José) Estas siervas de Dios estaban solas y hacían más con sus oraciones
que con cuanto yo andaba negociando, aunque fue menester harta diligencia.
Algunas
veces parecía que todo faltaba, en especial un día antes que viniese el Provincial,
que me mandó la priora no tratase en nada, y era dejarse todo. Yo me fui a Dios
y díjele: "Señor, esta casa no es mía; por Vos se ha hecho; ahora que no
hay nadie que negocie, hágalo Vuestra Majestad". Quedaba tan descansada y
tan sin pena, como si tuviera a todo el mundo que negociara por mí, y luego
tenía por seguro el negocio.
Un muy siervo de Dios, sacerdote, que siempre
me había ayudado, amigo de toda perfección, fue a la Corte a entender en el
negocio, y trabajaba mucho; y el caballero santo de quien he hecho mención hacía
en este caso muy mucho, y de todas maneras lo favorecía. Pasó hartos trabajos y
persecución, y siempre en todo le tenía por padre y aun ahora le tengo.
Y
en los que nos ayudaban ponía el Señor tanto hervor, que cada uno lo tomaba por
cosa tan propia suya, como si en ello les fuera la vida y la honra, y no les
iba más de ser cosa en que a ellos les parecía se servía el Señor. Pareció
claro ayudar Su Majestad al Maestro que he dicho, clérigo , que también era de
los que mucho me ayudaban, a quien el Obispo puso de su parte en una junta
grande que se hizo, y él estaba solo
contra todos y en fin, los aplacó con decirles ciertos medios, que fue harto
para que se entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no tornasen a
poner la vida, como dicen, en deshacerle. Este siervo de Dios que digo, fue
quien dio los hábitos y puso el Santísimo Sacramento, y se vio en harta
persecución. Duró esta batería casi medio año ,que decir los grandes trabajos
que se pasaron por menudo, sería largo.
Espantábame yo de lo que ponía el demonio
contra unas mujercitas y cómo les parecía a todos era gran daño para el lugar
solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más digo a los que lo
contradecían, y de vida tan estrecha; que ya que fuera daño o yerro, era para
sí mismas; mas daño al lugar, no parece llevaba camino; y ellos hallaban
tantos, que con buena conciencia lo contradecían.
Pues aplacada ya algo la ciudad, diose tan
buena maña el Padre Presentado Dominico que nos ayudaba , y procuró por algunas
vías que nos diese licencia nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa
con otras algunas conmigo , (que parecía casi imposible darla tan en breve),
para hacer el oficio y enseñar a las que
estaban. Fue grandísimo consuelo para mí el día que vinimos.
Amigos lectores, hasta aquí la crónica
redactada por Madre Teresa.-Al fin,nuestra Fundadora pudo volver a su conventito,
para quedarse en él tranquilamente.Estando haciendo oración en la iglesia antes
que entrase en el monasterio, estando cayo en arrobamiento, vio a Cristo que
con grande amor la recibía y ponía una corona y le agradeció lo que había hecho
por su Madre.
Comenzado a hacer vida carmelitana, fue mucha
la devoción que el pueblo comenzó a tener con esta casa. Ingresaron más monjas,
Las gentes aprobaban lo que tanto habían reprobado, y poco a poco se dejaron
del pleito y decían que ya entendían ser obra de Dios, pues con tanta
contracción Su Majestad había querido fuese adelante.