En el Evangelio de este domingo Jesucristo compara al pueblo de Israel, en el que ha nacido y vive, a una viña. Una viña cuidada, regada, mimada por Dios, que en vez de dar frutos de justicia y de paz, dio guerras y destrucción. Jesucristo les contó esta parábola, para que se vieran retratados en ella. Es la historia de un propietario que arrienda su viña a unos labradores, y cuando llega la época de la vendimia envía a unos criados a recoger las uvas, y los arrendatarios los rechazan y maltratan para quedarse ellos con las uvas. El propietario insiste enviando nuevos emisarios y hacen con ellos lo mismo. Por fin envía a su hijo, pensando que harán caso a su propio hijo, pero los renteros, al ver llegar al muchacho, se miraron los unos a los otros riéndose de él y pensaron que había llegado la ocasión de apropiarse de la viña matando al heredero.
Cuando Jesús terminó de contarles esta parábola, se hizo un silencio entre sus oyentes. Les había parecido una historia muy conmovedora, que Jesús les había contado como si estuviera hablando de algo personal. Intuían que hablara de ellos mismos, de la historia del pueblo de Israel, porque Dios les había enviado hombres buenos como José, a quien sus hermanos habían rechazado y vendido por sus hermanos, y luego a profetas que también rechazaron. Y por fin Jesucristo habla de sí mismo en estos términos, como Hijo de Dios, como si quisiera abrir los ojos de aquellos que no logran comprender el don que Dios les otorga.
Se volvió a los fariseos y les preguntó :”Qué creeis que hará el dueño de la viña con esos labradores. Los fariseos callaron, pero los más próximos a Jesús, dejándose llevar por lo más noble del corazón dijeron:” Los matará con una muerte cruel, y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los fruto a su tiempo”.
Jesucristo dejó la parábola y descendió a hacerles una pregunta directa: ¿No habeis leido en la Escritura que la piedra que rechazaron los arquitectos vino a ser la piedra angular?Por eso os digo que el reino de Dios se os quitará a vosotros y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”. Ahora todo estaba claro : El era el hijo, el era también la piedra angular, es decir el cimiento sobre el que tenía que asentarse el reino de Dios. La mentalidad del pecador no comprende el amor y no logra razonar con sus categorias, pero el amor llega a hacer de lo rechazado una piedra angular.
Esto significa que el Señor quiere que miremos también nuestra historia personal con ojos de amor y de gratitud. Y entonces las c osas que no parecen haber tenido éxito y que no querríamos que hubieran existido son aquellas a través de las cuales nos llega el don de Dios, nuestra salvación. Las actuaciones de Dios en nuestra historia, que es una viña por El plantada, son obra de su amor, y espera que demos frutos buenos de bondad, de misericordia, de compasión, de amor.