Seguimos sobrecogidos con las visiones que Teresa de Ávila tenía de la sacratísima Humanidad de Jesucristo.No se podía creer que fuera El, cuando le veía con los ojos del alma. Llegó a pensar que podían ser antojos, meras fantasias. Le daba verguenza decírselo al confesor, porque podía pensar de ella que le estaba engañando. ¡Era verdad! ¡No podía ser Otro! ¿En qué se fundaba para tener certeza, en medio del estupor de tales apariciones, de que era Jesucristo en persona ?
Primer argumento: "Porque, si estuviera muchos años imaginando cómo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni supiera, porque excede a todo lo que acá se puede imaginar, aun sola la blancura y resplandor"¡ Oh Hermosura que excedeis a todas las hermosuras! " En fin, es de suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en todos los dias de su vida podría imaginar cómo es".
En la visión, la inunda una claridad mayor que la del sol :"No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave, y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz tan diferente de la de acá, que parece una cosa tan deslustrosa la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después".
Es una visión tan diferente de las visiones que se adquieren con los ojos corporales, como ver un agua clara deslizarse sobre un cristál limpísimo en el que reverberan los rayos del sol, y ver otra agua turbia correr sobre la tierra en un día nublado. Así lo describe nuestra Santa: " Es como ver un agua muy clara que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a ver una muy turbia y con gran nublado y corre por encima de la tierra. Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada".
Entonces, ¿quién es el autor de semejantes visiones? Teresa nos dice que era Dios, el que de repente, sin ella desearlo ni esperarlo, le ponía delante la sacratísima Humanidad de su Hijo Jesucristo: "Pónela Dios delante tan presto, que aún no hubiera lugar para abrir los ojos si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos que cerrados, cuando el Señor quiere; que aunque no queramos, se ve".
Lo que ve con los ojos del alma es una realidad tan profunda y sublime, que la percibe como más real que lo que se alcanza a ver con los ojos del cuerpo: "Esta visión nunca la vi con los ojos corporales, sino con los ojos del alma. Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta y mucho más que las que se ven con los ojos corporales. Esto lo tengo yo bien experimentado" (V 28, 3-5).
Santa Teresa nos descubre la naturaleza del misterio de la fe en Cristo: consiste en un encuentro personal experimentado en modo concreto, comprensible, razonable, convincente y conveniente. como certeza experimentada en la vida, en su bondad, en su belleza, en su verdad, y nó como un discurso abstracto y formal. Este es el mensaje teresiano al hombre y a la mujer de hoy.Cuando decimos "creo en Jesucristo", no lo decimos en sentido simbólico o retórico, sino desde todo su realismo ontológico. Con mis saludos, Nicolás González