A la priora Madre Teresa y a sus monjas les interesa el tema del amor puro espiritual. Como al alpinista la cima de la montaña. Para desearlo y pretender ganarlo. Para la escalada total, como bien dice el P. Tomás Álvarez.
Un amor inspirado en el amor a Dios, en el que hay igualdad de amor entre el hombre y Dios, hasta amarlo a Dios tanto como uno es amado por El. Ella insiste en no amar lo que es sombra y humo, meras apariencias del sujeto, cual sería amarle sólo por la hermosura de su cuerpo, aunque sean muchas las gracias de naturaleza que tenga.
Para Madre Teresa, el amor verdadero no se detiene en la esfera de las cosas caducas, tiene que llegar a la sustancia de la persona, como criatura de Dios. Un amor apto para durar para siempre, como la persona misma.
El amor puro es propio de espíritus nobles, de almas generosas, de almas reales.Madre Teresa quiere rescatar a la persona de quedar atada a la persona de quien recibe señales de amor, porque tampoco sería un amor puro. La escuchamos:
Son estas personas, que Dios las llega a este estado, almas generosas, almas reales; no se contentan con amar cosa tan ruin como estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gracias que tengan, bien que place a la vista y alaban al Criador, mas, para detener en ello, no. Digo ·detenerse”,de manera que por estas cosas los tenga amor.
Habría de parecerles que aman cosa sin tomo y se ponen a querer sombra; habrían de correrse de sí mismos y no tendrían cara, sin gran afrenta suya, para decir a Dios que le aman.
De presto, algunas veces el natural lleva a holgarse de ser amado; en tornando sobre sí, ven que es disparate si no son personas que las ha de aprovechar su alma o con doctrina o con oración. Todas otras voluntades les cansan, que entienden ningún provecho les hace y les podría dañar, no porque las dejen de agradecer y pagar por encomendarlos a Dios. Y, bien mirado, si no es con las personas que digo que nos pueden hacer bien para ganar bienes perfectos, yo pienso algunas veces cuán gran ceguedad es traer en este querer que me quieran (CP 6,4-5).