miércoles, 15 de febrero de 2012



ESTA SANTA LIBERTAD PIDO YO

Madre Teresa , en el capítulo anterior, nos ha deleitado con la sinfonía de su comunidad de carmelitas, viviendo y practicando el más puro amor mutuo y tratando de amistad con quien sabemos nos ama, en la oración.

Por un momento pensaba uno que ante la personalidad tan robusta y genuina de la priora, las doce monjas no se atreverían ni a rechistar, como si fueran unas pobres monjitas, calladitas, obedientes y sumisas a lo que diga nuestra Madre. Estábamos equivocados.

Teresa quiere forjar mujeres fuertes, cultas y libres. Que, ya que ellas no pueden ir a la Universidad para aprender los saberes que allí se imparten, decide que buenos profesores vengan al convento y les den sus clases en pláticas a las monjas y atiendan sus dudas y les asesoren en privado. Además, consigue buenos libros y fomenta la lectura.

Ante todo, no quiere que sus monjas “se vean apretadas ni en el alma ni en el cuerpo”. Las quiere libres, libres para hablar con su priora, a la hora que quieran, libres para hablar con los confesores y para escoger al sacerdote que mejor las pueda entender y aconsejar.

La clausura, por su misma condición, lleva al aislamiento y a la uniformidad. Por eso,- como escribe el. P. Tomás Álvarez-, rompe una lanza contra leyes y costumbres inveteradas. Y contra el acoso o el confinamiento a que los convencionalismos de la época someten a las religiosas claustrales como ella y las de su grupo. Las ideas programáticas ahora defendidas van a ser dos, de gran calibre: la libertad de conciencia y el derecho a la cultura”. La escuchamos:

No dé el Señor a probar a nadie en esta casa el trabajo que queda dicho (por quien su Majestad es) de verse alma y cuerpo apretadas.¡ Oh, que si la prelada está bien con el confesor!, que ni a él de ella, ni a ella de él no osan decir nada. Aquí vendrá la tentación de dejar de confesar pecados muy graves por miedo de no estar en desasosiego.¡ Oh, válgame Dios, qué daño puede hacer aquí el demonio y qué caro les cuesta el apretamiento y honra!”

“Esta santa libertad pido yo, por amor del Señor, a la que estuviere por mayor: procure siempre con el obispo o provincial que, sin los confesores ordinarios, procure algunas veces tratar ella y todas y comunicar sus almas con personas que tengan letras, es especial si los confesores no las tienen, por buenos que sean. Son gran cosa letras para dar en todo luz. Será posible hallar lo uno y lo otro junto en algunas personas; y mientras más merced el Señor os hiciere en la oración, es menester más ir bien fundadas sus obras y oración. Ya sabéis que la primera piedra ha de ser buena conciencia” (CP 5, 1-2)

Amigos del BLOG, también habla para nosotros santa Teresa.La conciencia, iluminada por la fe. debe ser la primera piedra en la que asentemos nuestro vivir. Con mis saludos. Nicolás

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