Este es el amor purísimamente espiritual que Madre Teresa quiere que reproduzcan sus monjas, amor a todas, y amor total a cada una, sin apegarse a nadie, para enseñorearse de cualquier otra afección que no sea a imitación de Cristo. La escuchamos:
"En esta casa, que no son más de trece, aqui todas han de ser amigas, todas se han de amar. todas se han de querer. todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades (de a unas más que a otras) por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña y ningún provecho en ello veo".
"Y créanme, hermanas, que aunque os parezca es éste extremo, en él está gran perfección y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes; sino que, si la voluntad se inclinare más a una que a otra, que no nos vayamos mucho a la mano a no nos dejar enseñorear de aquella afección. Amemos las virtudes y lo bueno interior, y siempre con estudio traigamos cuidado de apartarnos de hacer caso de esto exterior"
"No consintamos, ¡oh hermanas! que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre. Miren que, sin entender cómo, se hallarán asidas, que no se pueden valer.¡Oh, válgame Dios! las niñerias que vienen de aquí, no tienen cuento" (CP 4, 7-8).
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