Así se presenta a sus lectores la santa más universal de occidente, la primera mujer del mundo mundial que ha sido declarada por Pablo VI Doctora de la Iglesia en 1970, la fundadora de la Orden del Carmen Descalzo. la escritora del Castillo Interior o Las Moradas, que ha alcanzado la cima de los escritos de teología mística y espiritual.
En este capítulo 3º de Camino de Perfección, aparece , en los 6 primeros párrafos que comentamos dias pasados, la voz fuerte de Teresa como capitana que imparte consignas y formula el símbolo del castillo, como fortaleza, morada del Rey y de sus capitanes, los predicadores y teólogos, que jamás han de rendirse en la pelea contra los cobardes y traidores herejes.
Hoy descubrimos la voz de saterdotisa que se vuelve a Dios Padre y a su Hijo Jesucristo para orar: clamor que le empaña la voz y da paso a una súplica de mujer, humillada por los varones que por ser tal no la valoran, y, para darles en el rostro, se presenta como una pecadorcilla, pobrecilla, que se arrastra por los suelos como un gusanillo, no sin antes decirles que Jesucristo se sintió agusto en medio del grupo de mujeres presididas por su Madre, mientras anduvo en este mundo.
Teresa irrumpe en una oración, en la que cabe distinguir tres tiempos. Primero, Teresa presenta a Jesucristo el pequeño grupo de mujeres orantes, que ella preside en el convento de san José de Ávila:" Confio yo, Señor mio, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé que no quieren otra cosa ni la pretenden, sino contentaros.Por vos han dejado lo poco que tenían y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois vos, Cristo mio, desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecísteis, Señor, cuando andábais en el mundo, las mujeres, antes las favorecísteis siempre con mucha piedad".
En el segundo tiempo, Teresa se dirije al Padre, para hablarle de su propio Hijo Cristo, con un atrevimiento clamoroso, como llamándole la atención de por qué consiente que le traten tan mal los herejes: "Pues, Criador mio, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras, que lo que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo y por más contentaros a vos ( que mandásteis nos amase) sea tenido en tan poco como hoy día tienen esos herejes al Santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas deshaciendo las iglesias? ¿ Ya no había pagado bastantísimamente por el pecado de Adán? ¿Por qué siempre que tornamos a pecar, lo ha de pagar este amantísimo Cordero? ¡No lo permitais, Emperador mio! ¡No mireis a los pecados nuestros. sino a que nos redimió vuestro sacratísimo Hijo y a los merecimientos suyos y de su Madre gloriosa y de tantos santos y mártires como han muerto por vos!"
Y, por último, Teresa vuelve la mirada sobre sí misma, y se ve ante la majestad de Dios como un gusanillo, "que se ha atrevido a hacer esta petición en nombre de todas; gusanillo que así se os atreve. Mirad, Dios mio, mis deseos y las lágrimas con que esto os suplico, y olvidad mis obras, Favoreced vuestra Iglesia. No permitais ya más daños en la cristiandad, Señor; dad ya luz a estas tinieblas" (CP. 3, 7-10).
¡ Admirable, Teresa! Inagotable creadora de oraciones, que nos valen, también, a nosotros, ciudadanos del siglo XXI. Con mis cordiales saludos. Nikolás.
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