jueves, 16 de febrero de 2012

DICHOSO EL QUE CUIDA DEL POBRE.Domingo 19 febrero


DOMINGO VII B

El salmo que hemos rezado hoy dice “dichoso el que cuida del pobre y desvalido”, y en el Evangelio encontramos un buen ejemplo de esta dicha en atender a un enfermo. Cuatro hombres conducen a un amigo suyo,paralítico, al encuentro con Jesucristo, para pedirle que lo cure. Y se encontraron con tanta gente al rededor de la casa donde estaba el Señor, que no había posibilidad de acercarse.Pero aquellos hombres, lejos de desanimarse,encontraron una solución :abrir un boquete en el techo. Y por él descolgaron la camilla con el amigo enfermo.-


En esa acción se conjugan dos cualidades propias de los hombres que tienen plena confianza en el Señor: la perseverancia para encontrar una salida cuando todas las vias parecen cortadas, y la audacia.


Además, cuando Jesús cura al paralítico, nos dice el evangelio, que lo hace por la fe “de ellos”,es decir, de los amigos. La fe de aquellos hombres y su amor al enfermo, es lo que mueve el Corazón de Jesús. La fe en Dios y el amor a los demás van inseparablemente unidos. En el creyente, su amor le nace de dentro ,y como que le mueve no solo a prestar ese servicio para atender los sufrimientos y las necesidades,incluso materiales, de los hombres, sino que lo hace, lo debe hacer con una atención cordial. Con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad.

El Papa Benedicto acaba de recordarnos en su Encíclica , que el amor al prójimo, enraizado en el amor a Dios, es ante todo una tarea para cada fiel cristiano, pero lo es tambien para toda la comunidad eclesial. La Iglesia ha sido consciente de que esta tarea ha tenido una importancia constitutiva para ella desde sus comienzos, y por eso ha puesto en práctica el amor a lo largo de todos los siglos. Con el paso de los años y la difusión progresiva de la Iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de los ámbitos esenciales, junto con la administración de los sacramentos y la predicación: practicar el amor hacia los huérfanos, los presos,los desplazos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a la esencia sw la Iglesia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los sacramentos y la predicación.Son tres tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra.Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia. La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario.

La caridad, el amor, siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo.- El amor cristiano nace de un corazón cristiano, del encuentro con Dios en Cristo, que suscita el amor y abre el espíritu hacia el otro, de modo que, para los cristianos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad.

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