miércoles, 14 de septiembre de 2011

TERESA, UN ALMA DEJADA EN LAS MANOS DE DIOS

Monasterio de la Encarnación.Confluencia de dos claustros




Dia día, leyendo el libro de la Vida vamos descubriendo el proceso de maduración de Teresa de Ávila. Cómo va controlando sus reacciones compulsivas, hasta lograr una perfecta integración de las fuerzas psicológicas en el centro de su yo auténtico.


En la página de hoy, aparece Teresa disgustada cuando hablan bien de ella, la alaban y magnifican su vida. Cuando cunde por todas partes que tiene visiones, que a veces se arroba en éxtasis, quisiera desaparecer de su monasterio y de su ciudad, e ingresar en otro donde nadie la conozca .


¿Cómo logra Teresa superar esos tormentos que tanto la afligen? Descubriendo la verdad, paso a paso. Verdad es que ella destaca por sus virtudes en grado sumo, pero,- concluye-, que no se deben a ella, sino a Dios que generosamente la regala con semejantes dones, sin merecerlo. Verdad es también que otras compañeras la critican como que está falta de humildad, por querer aparentar y destacar por encima de las demás, por lo que concluye que éstas están en lo cierto y las otras en el error. Pero, en el fondo, Teresa no está convencida de que tengan razón ni las unas ni las otras.


Un día se hace esta consideración: ¿ por qué yo me gozo cuando oigo hablar bien de otras y, en cambio, me disgusto cuando hablan bien de mí?



¿ Pero cómo llega Teresa a su yo auténtico? Cuando tomó la determinada determinación de dejar su alma en las manos de Dios, y no se le de más que digan bien que mal, si ella entiende bien entendido,- como el Señor quiere hacerle merced que lo entienda-, que no tiene nada de sí. Sigamos sus reflexiones:


"Otras veces me atormentaba mucho, y aún ahora me atormenta , ver que se hace mucho caso de mí. en especial personas principales, y de que decían mucho bien. En esto he pasado y paso mucho; miro luego a la vida de Cristo y de los santos, y me parece que voy al revés, porque ellos no iban sino por desprecio e injurias. Háceme andar temerosa, y como que no oso alzar la cabeza, ni querría parecer, lo que no hago cuando tengo persecuciones, Anda el ánima tan señora, aunque el cuerpo lo siente, y por otra parte ando afligida, que yo no sé cómo esto puede ser".


"Cuando pensaba que estas mercedes que el Señor me hace, se habían de venir a saber en público, era tan excesivo el tormento, que me inquietaba mucho el ánima. Y así, cuando me comenzaron estos grandes recogimientos y arrobamientos, y no poder resistirlos aun en público, quedaba yo después tan corrida que no quisiera paarecer a donde nadie me viera".



"Estando una vez muy fatigada de esto, me dijo el Señor que qué temía, que en esto no podía sino haber dos cosas: o que murmurasen de mí, o alabarle a Él; dando a entener que los que lo creían, le alabarían, y los que nó, era condenarme sin culpa, y que entrambas cosas eran ganancia para mí, que no me fatigase. Mucho me sosegó esto y me consuela, cuando se me acuerda. Vino a términos la tentación que me quería ir de este lugar y dotar en otro monasterio muy más encerrado que en el que al presente estaba,...también de mi orden y muy lejos, que eso es lo que a mí me consolara, estar a donde no me conocieran, y nunca mi confesor me dejó".


"Mucho me quitaban la libertad del espíritu estos temores, que después vine yo a entender no era buena humildad, pues tanto inquietaba, y me enseñó el Señor esta verdad, que no era ninguna cosa buena mía, sino de Dios; que así como no me pesaba de oir loar a otras personas, antes me holgaba y consolaba mucho de ver que allí se mostraba Dios, que tampoco me pesaría mostrase en mí sus obras " (V 31, 12-14).


Aprendamos de nuestra Santa cómo fue conquistando su serenidad y paz.

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