San Simón, Apostol
DOMI NGO 26 A DEL TIEMPO ORDINARIO
En la parábola que acabamos de escuchar en el Evangelio se contraponen dos actitudes bien conocidas: los que aman de palabra y de boca, solamente, y los que aman de verdad y con obras. Un hijo , al pedirle el padre que fuera a trabajar a la viña, le dijo de palabra que iba a trabajar, pero no fue en realidad. El otro, aunque le dijo inicialmente que no iba, fue de verdad. “Obras son amores y no buenas razones”.
Hay quien piensa que es suficiente con decirle a Dios que sí de palabra, y después no cambiar de vida. Jesús nos alerta contra las respuestas superficiales, contra las palabras que se las lleva el viento. Apela a la seriedad y a la responsabilidad de los creyentes, de los que por la fe y el bautismo pertenecen al reino de Dios. Es un reino por el que hay que apostar, por el que hay que comprometerse. La predicación que hace Jesucristo no concluye con un simple anuncio de bienaventuranzas o de practicar en teoría ciertas virtudes , sino de vivirlas, de realizar obras buenas, de cumplir en la realidad de la vida sus mandamientos. Su mensaje es un imperativo: “convertios”. Es este imperativo lo que da a la predicación de Jesús su caracter exigente. No estamos ante un mero anuncio, más o menso atractivo; estamos ante alguien que nos enfrenta con nosotros mismos y nos dice abiertamente: el Reino de Dios, que he venido a anunciar al mundo, es algo vital para tí; tu felicidad va a depender de pertenecer o nó a este Reino. Este es el radicalismo de Cristo. Sus palabras no podían escucharse pasivamente sin enfrentarse con ellas. Por supuesto que Jesús respeta la libertad del oyente, pero la respeta tanto que no le oculta a qué se expone,- como ser humano-, si su respuesta es negativa.- Tener fe en Jesucristo como Hijo de Dios, como salvador y redentor del hombre, es algo vital, algo que cambia a la persona y su manera de ver el mundo y la vida. No se trata de ser un poco mejores o un poco peores. Y tampoco se trata de amenazar con castigos a quienes no acepten esa invitación, sino de decirle al hombre que se lo juega todo en esa opción que se le presenta. Se trata de ser o no ser creyente, y además , cristiano.-
En este contexto hay que entender sus palabras del profeta Ezequiel: “Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.- Y también refuerza el sentido de este Evangelio la carta de San Pablo, presentando a Jesucristo como palabra viva, como testimonio de la verdad que predicó. Predicó con su ejemplo: “ El, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo..., se rebajó hasta someterse a la muerte, y una muerte de Cruz”.. Pertenecer al reino de Dios, o ser discípulo de Jesucristo, lleva consigo “tener los sentimientos propios de Cristo”, convertirse, girar el corazón hacia el bien, enderezar el alma, el pensamiento, el afecto..” El camino por el que hay que seguir a Jesucristo no es facil. Lo que cuesta sacrificio es lo que vale la pena. Lo dijo expresamente ¡”Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida y cuán pocos son los que dan con ella!”.. Jesucristo nos lleva a la libertad, a la victoria, al gozo de triunfar sobre el mal. Al reino de Dios se sube, no se baja; no se da a los pusilánimes, sino a los fuertes, a los generosos. Se da la plenitud al que no se contenta con cualquier cosa. - Su reino es un banquete,una fiesta, una cosecha abundante, un arbol que da mucho fruto, un tesoro escondido , una perla preciosa, cuyo hallazgo llena de alegría al que la encuentre.
En la parábola que acabamos de escuchar en el Evangelio se contraponen dos actitudes bien conocidas: los que aman de palabra y de boca, solamente, y los que aman de verdad y con obras. Un hijo , al pedirle el padre que fuera a trabajar a la viña, le dijo de palabra que iba a trabajar, pero no fue en realidad. El otro, aunque le dijo inicialmente que no iba, fue de verdad. “Obras son amores y no buenas razones”.
Hay quien piensa que es suficiente con decirle a Dios que sí de palabra, y después no cambiar de vida. Jesús nos alerta contra las respuestas superficiales, contra las palabras que se las lleva el viento. Apela a la seriedad y a la responsabilidad de los creyentes, de los que por la fe y el bautismo pertenecen al reino de Dios. Es un reino por el que hay que apostar, por el que hay que comprometerse. La predicación que hace Jesucristo no concluye con un simple anuncio de bienaventuranzas o de practicar en teoría ciertas virtudes , sino de vivirlas, de realizar obras buenas, de cumplir en la realidad de la vida sus mandamientos. Su mensaje es un imperativo: “convertios”. Es este imperativo lo que da a la predicación de Jesús su caracter exigente. No estamos ante un mero anuncio, más o menso atractivo; estamos ante alguien que nos enfrenta con nosotros mismos y nos dice abiertamente: el Reino de Dios, que he venido a anunciar al mundo, es algo vital para tí; tu felicidad va a depender de pertenecer o nó a este Reino. Este es el radicalismo de Cristo. Sus palabras no podían escucharse pasivamente sin enfrentarse con ellas. Por supuesto que Jesús respeta la libertad del oyente, pero la respeta tanto que no le oculta a qué se expone,- como ser humano-, si su respuesta es negativa.- Tener fe en Jesucristo como Hijo de Dios, como salvador y redentor del hombre, es algo vital, algo que cambia a la persona y su manera de ver el mundo y la vida. No se trata de ser un poco mejores o un poco peores. Y tampoco se trata de amenazar con castigos a quienes no acepten esa invitación, sino de decirle al hombre que se lo juega todo en esa opción que se le presenta. Se trata de ser o no ser creyente, y además , cristiano.-
En este contexto hay que entender sus palabras del profeta Ezequiel: “Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.- Y también refuerza el sentido de este Evangelio la carta de San Pablo, presentando a Jesucristo como palabra viva, como testimonio de la verdad que predicó. Predicó con su ejemplo: “ El, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo..., se rebajó hasta someterse a la muerte, y una muerte de Cruz”.. Pertenecer al reino de Dios, o ser discípulo de Jesucristo, lleva consigo “tener los sentimientos propios de Cristo”, convertirse, girar el corazón hacia el bien, enderezar el alma, el pensamiento, el afecto..” El camino por el que hay que seguir a Jesucristo no es facil. Lo que cuesta sacrificio es lo que vale la pena. Lo dijo expresamente ¡”Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida y cuán pocos son los que dan con ella!”.. Jesucristo nos lleva a la libertad, a la victoria, al gozo de triunfar sobre el mal. Al reino de Dios se sube, no se baja; no se da a los pusilánimes, sino a los fuertes, a los generosos. Se da la plenitud al que no se contenta con cualquier cosa. - Su reino es un banquete,una fiesta, una cosecha abundante, un arbol que da mucho fruto, un tesoro escondido , una perla preciosa, cuyo hallazgo llena de alegría al que la encuentre.
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