En las páginas de santa Teresa de Ávila hay acontecimientos luminosos y radiantes, cuando nos describe sus experiencias de verse amada por Dios, y visiones sobrenaturales de Jesucristo, de santos y de ángeles, con los que dialoga como si los tuviera delante.
Pero la página de hoy, que transcribimos del capítulo 31 de libro de la Vida, es una página negra. De pronto el deminio se irgió delante de Teresa, y de no hacerle frente, como a un enemigo, la hubiera sumido en el más absoluto dolor. La escuchamos:
Quiero decir, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones interiores y secretas. que el demonio me causaba, otras que hacía casi públicas, en que no se podía ignorar que era él.
Estaba una vez en un oratorio y se me apareció hacia el lado izquierdo. de abominable figura; en especial miré la boca, porque me habló, que la tenía espantable. Parecía le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara sin sombra. Me dijo espantáblemente que bien me había librado de sus manos, pero que él me tornaría a ellas. Yo tuve gran temor y me santigué como pude, y desapareció y tornó luego.
Por dos veces me acaeció esto. Yo no sabía qué me hacer; tenía allí agua bendita, y la eché hacia aquella parte, y nunca más tornó. Otra vez me estuvo cinco horas atormentando, con tan terribles dolores y desasosiego interior y exteriór, que no me parece se podía ya sufrir...Quiso el Señor entendiese cómo era el demonio, porque ví cabe mí un negrillo muy abominable, regañando como desesperado de que donde pretendía ganar, perdía.
Yo, como lo ví, me reí, y no hube miedo, porque había allí algunas conmigo, que no se podían valer ni sabían qué remedio poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hacía dar, sin poderme resistir, con cuerpo, cabeza y brazos y lo peor era el desasosiego interior, que de ninguna suerte podía tener sosiego...Lo espantaba con el agua bendita. Debe ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy conocida consolación, que siente mi alma cuando lo tomo (V 31, 1-4).
Amigos del BLOG, os invito a apreciar el gesto que hacemos al entrar en una iglesia, mojando los dedos en el agua bendita, y santiguarse con devoción. Adios. Nicolás Gonzalez.
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