viernes, 9 de septiembre de 2011

EN LA VIDA Y EN LA MUERTE SOMOS DEL SEÑOR. Domingo 11 septiembre

Santiago Apostol, a caballo( bajo relieve en plata


DOMINGO 24 A DEL TIEMPO ORDINARIO



Tanto la carta de San Pablo,como el salmo y el Evangelio nos guian al conocimiento de Jesucristo, compasivo y misericordioso. En este domingo releo los textos litúrgicos con referencia a cómo ella los los aplicó en su vida. Dejémonos iluminar y transformar por la Palabra de Dios, viendo en Santa Teresa a un testigo ejemplar de existencia cristiana.


¿En qué sentido nuestra santa es un testigo ejemplar de existencia cristiana? En el sentido de que no vivió para sí misma, sinó al servicio de Jesucristo y de su iglesia: toda su existencia llegó a transformarse en alabanza de Dios. Cumplió al pie de la letra lo que nos ha dicho San Pablo: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el Señor.En la vida y en la muerte somos del Señor”.

Teresa no se acomodó a la mentalidad del mundo de su tiempo, sino que la palabra y el testimonio de Jesucristo, a quien amó apasionadamente, la fue renovando y transformando en una mujer nueva. “El que vive para el Señor, se convierte en una criatura nueva”. El encuentro con Cristo la transformó hasta llegar a ser una mujer nueva, hasta llegar a ser otra. Porque no vivió para sí misma y en virtud de sí misma, sino para Cristo y en él. Ese proceso de renovación y de transformación fue el que llevó a cabo Santa Teresa durante toda su vida, que simbolizó cambiándose el nombre de Doña Teresa de Ahumada en Teresa de Jesús.-



También nosotros llegamos a ser nuevos, si nos dejamos atraer y modelar por el Hombre nuevo que es Jesucristo. El es el hombre nuevo por excelencia. En él se ha hecho realidad la nueva existencia humana, y nosotros de verdad podemos llegar a ser nuevos si nos ponemos en sus manos y nos dejamos modelar por él.

Como ha dicho el Papa recientemente, llegamos a ser nuevos si transformamos nuestro modo de pensar…No basta con que cambiemos nuestro modo de obrar, si no nuestro modo de pensar.Es decir, nuestro modo de ver el mundo, de comprender la realidad, todo nuestro modo de pensar. El pensamiento del hombre viejo es el modo de pensar común, que está orientado a la posesión de los bienes materiales, al bienestar, a la influencia, al éxito, a la fama…, poniendo el propio yo en el centro del mundo.- El hombre nuevo, en cambio, pone en el centro de su vida a Dios, y busca descubrir su voluntad, de manera que ella modele nuestra voluntad, para que también nosotros queramos lo que quiere Dios, para que reconozcamos que Dios quiere lo mejor para nosotros, que Dios quiere lo bello y lo bueno.

Dios debe entrar en el horizonte de nuestro pensamiento: y aceptar cordialmente lo que él quiere y el modo según el cual ha ideado el mundo y me ha ideado a mí, a cada uno de nosotros Debemos aprender a compartir el pensar y el querer de Jesucristo, que es la verdad suprema. El nuevo modo de pensar, que nos da la fe, se dirige ante todo hacia la verdad. El poder del mal es la mentira. El poder de la fe es la verdad. La verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos se hace visible cuando miramos a Jesucristo, el hombre Dios. Dios se hace visible en el rostro de Jesucristo.

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