FUNDACIÓN DEL CONVENTO
DE SAN JOSÉ EN MEDINA (3)
Aquella primera noche en Medina, la pasaron trasladando toda clase de
enseres desde el convento de los Padres Carmelitas al caserón ruinoso, en
que debían instalarse las Descalzas con
su Fundadora. Necesariamente al amanecer tenían que tomar posesión de la finca,
y tenía que hacerse con la celebración de la Misa y reservando el Santísimo en
el sagrario.
Lo que les faltaba, se lo proporcionó el mayordomo de Doña María Xuárez,la
vendedora de la casa. tales como tapices y una cama de damasco azul. Todos se
pusieron manos a la obra: unos a barrer, otros a colgar paños, otros a aderezar
el altar, otros a poner la campana.
A las cinco de la mañana, a punto del alba del 15 de agosto, Asunción de
Nuestra cSeñora, se tañía la campana que parecía se deshacía tañendo.
También llegó a punto el Notario que levantó acta de la toma de posesión de
la casa y de la inauguración oficial.La escuchamos a la Fundadora:
Unos a entapizar, nosotras a limpiar el suelo, nos dimos tan buena prisa
que cuando amanecía, estaba puesto el altar, y la campanilla en un corredor, y
luego se dijo la Misa. Esto bastaba para tomar la posesión. No se cayó en ello,
sino que pusimos el Santísimo Sacramento y desde unas resquicias de una puerta
que estaba frontero, veíamos misa, que no había otra parte. Yo estaba hasta
esto muy contenta, porque para mí es grandísimo consuelo ver una iglesia a
donde haya Santísimo Sacramento, mas poco me duró. Porque, como se acabó la
misa, llegué por un poquito de una ventan a mirar el patio, y vi todas las
paredes por algunas partes en el suelo, que para remediarlo era menester muchos
dias.Cuando yo vi a Su Majestad puesto en la calle, en tiempo tan peligroso
como ahora estamos, por estos luteranos,¡qué fue la congoja que vino a mi
corazón!
Ya después de ocho dias, viendo un mercader la necesidad (que posaba en una
muy buena casa), díjonos fuésemos a lo alto de ella, que podíamos estar como en
casa propia. Tenía una sala muy grande y dorada que nos dio para iglesia.Y una señora que vivía junto a la
casa que compramos, llamada doña Elena de Quiroga, gran sierva de Dios, dijo que me ayudaría para que
luego se comenzase a hacer una capilla, para donde estuviese eln Santísimo
Sacramento, y también para acomodarnos como estuviésemos encerradas. Otras
personas nos daban harta limosna para comer; mas esta señora fue la que más me
socorrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario