viernes, 10 de mayo de 2013


 
FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE SAN JOSÉ EN MEDINA (3)

 

Aquella primera noche en Medina, la pasaron trasladando toda clase de enseres desde el convento de los Padres Carmelitas al caserón ruinoso, en que  debían instalarse las Descalzas con su Fundadora. Necesariamente al amanecer tenían que tomar posesión de la finca, y tenía que hacerse con la celebración de la Misa y reservando el Santísimo en el sagrario.

Lo que les faltaba, se lo proporcionó el mayordomo de Doña María Xuárez,la vendedora de la casa. tales como tapices y una cama de damasco azul. Todos se pusieron manos a la obra: unos a barrer, otros a colgar paños, otros a aderezar el altar, otros a poner la campana.

A las cinco de la mañana, a punto del alba del 15 de agosto, Asunción de Nuestra cSeñora, se tañía la campana que parecía se deshacía tañendo.

También llegó a punto el Notario que levantó acta de la toma de posesión de la casa y de la inauguración oficial.La escuchamos a la Fundadora:

Unos a entapizar, nosotras a limpiar el suelo, nos dimos tan buena prisa que cuando amanecía, estaba puesto el altar, y la campanilla en un corredor, y luego se dijo la Misa. Esto bastaba para tomar la posesión. No se cayó en ello, sino que pusimos el Santísimo Sacramento y desde unas resquicias de una puerta que estaba frontero, veíamos misa, que no había otra parte. Yo estaba hasta esto muy contenta, porque para mí es grandísimo consuelo ver una iglesia a donde haya Santísimo Sacramento, mas poco me duró. Porque, como se acabó la misa, llegué por un poquito de una ventan a mirar el patio, y vi todas las paredes por algunas partes en el suelo, que para remediarlo era menester muchos dias.Cuando yo vi a Su Majestad puesto en la calle, en tiempo tan peligroso como ahora estamos, por estos luteranos,¡qué fue la congoja que vino a mi corazón!

Ya después de ocho dias, viendo un mercader la necesidad (que posaba en una muy buena casa), díjonos fuésemos a lo alto de ella, que podíamos estar como en casa propia. Tenía una sala muy grande y dorada que nos dio para  iglesia.Y una señora que vivía junto a la casa que compramos, llamada doña Elena de Quiroga, gran  sierva de Dios, dijo que me ayudaría para que luego se comenzase a hacer una capilla, para donde estuviese eln Santísimo Sacramento, y también para acomodarnos como estuviésemos encerradas. Otras personas nos daban harta limosna para comer; mas esta señora fue la que más me socorrió.

 

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