DOMINGO DE RAMOS.Dia 24 de marzo 2013
En
este domingo comenzamos la semana santa. En la liturgia, y con las procesiones,
vamos a revivir interiormente el misterio de la pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo por nuestra salvación.
He
ahí la cuestión, el reto ante el que nos encontramos como creyentes. Nuestra
posición personal frente al misterio, que este drama de Jesucristo contiene,
significa y renueva, el misterio de nuestra salvación. Misterio profundo, ante
el que nos posicionamos creyendo y amando a Jesucristo, superando las
insondables razones que nos puedan asaltar cuando nos preguntamos ¿ por qué
aceptó Jesús sufrir tanto dolor? ; ¿por qué
tenemos que cargar cada uno con su cruz?; ¿ por qué tanto dolor en el
mundo?
Misterio, en el cual el dolor, que parece enemigo inútil de nuestra
existencia, se transforma en valor precioso de nuestro rescate del pecado.
Misterio de la muerte victoriosa de Jesús, que derrotó la muerte con el triunfo
de adquirir, por su resurrección, una forma de vida nueva y superior, que
perdura en el tiempo, y que nos transmite a los creyentes por la fe y los sacramentos
que recibimos de la Iglesia.¡ La cruz es el arbol de la vida!
La multitud según el Evangelio de este domingo de Ramos, aclamó a Jesús
diciendo: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor”. También
nosotros, participando en la liturgia, le aclamamos con ramos en las manos,
porque vemos en Jesús aquel que
viene en nombre de Dios para salvarnos
del pecado, del mal, y de la muerte eterna. En Jesús reconocemos que nos trae
la presencia de Dios, la compañía de Dios, la amistad de Dios.
Esta aclamación a Jesús, el dia de los Ramos, ha llegado a ser con razón
en la Iglesia la aclamación a Aquel que, en la Eucaristía, viene a nuestro
encuentro en un modo nuevo. Aclamamos a Aquel que, en carne y sangre, se nos da
siempre que le deseamos con fe y amor, y le recibimos en la Eucaristía.
¡Bendito el que viene, para fundar un reino de paz en este mundo
desgarrado con tantas guerras y calamidades, de los que somos culpables los
mortales! Seguimos padeciendo los mismos males que Jesucristo vino a
desarraigar: la impiedad, la hipocresía, la maldad, la delincuencia, la
crueldad, la vileza, la debilidad humana. ¡Sin Dios todo puede llegar a ser
lícito, cuando los humanos no saben
distinguir el bien del mal!
Por eso aceptamos con inefable alegría el encuentro con Cristo en esta
Semana Santa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario