FUNDACIÓN DEL CONVENTO
DE SAN JOSÉ, DE ÁVILA
El Provincial la envió a Toledo, donde
residió seis meses (7)
Lo que más temía nuestra Fundadora era que le llegasen noticias al
Provincial de cómo ella, a pesar de la prohibición de este su superior, seguía
ocupándose del proyectado convento, hasta el punto de que ya disponía de una casa y que poco a poco
la iba disponiendo para ser un monasterio.
Y resultó que el día 24 de diciembre de 1561, la muy magnífica Priora de
la Encarnación le anticipó que tenía que comunicarle un mandato urgente del
Provincial. Pero ¡oh sorpresa! La mandaba que se desplazase a la ciudad de
Toledo para consolar a doña Luisa de la Cerda, señora de la alta sociedad, que
acababa de enviudar, y le había pedido la compañía de una monja que tenía fama
de ser muy espiritual, y que había pensado en doña Teresa de Ahumada. Y aquí
tenemos a nuestra monja, con las manos en la masa, que tiene que abandonar su
proyecto, sin saber cómo ni cuándo podría volver a retomarlo. La escuchamos:
Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se entendiese, no podía
hacerse tan secreto toda esta obra que no se entendiese mucho en algunas
personas: unas lo creían y otras no.-Yo temía harto que venido el Provincial,
si algo le dijeses de ello, me había de mandar no entender en ello, y luego era todo cesado.Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar grande, más de veinte leguas de éste, que estaba una señora muy afligida a causa de habérsele muerto su marido. Estábalo en tal extremo, que se temía su salud. Tubo noticia de esta pecadorcilla, que lo ordenó el Señor así que la dijesen bien de mí, para otros bienes que de aquí sucedieron. Conocía esta señora mucho al Provincial; y como era persona principal y supo que yo estaba en monasterio que salían, pónele el Señor tan gran deseo de verme, pareciéndole que se consolaría conmigo, que no debía ser en su mano, sino luego procuró por todas las vías que pudo llevarme allá, enviando al Provincial que estaba bien lejos. El me envió un mandamiento con precepto de obediencia, que luego fuese con otra compañera. Yo lo supe la noche de Navidad.
Hízome algún alboroto y mucha pena ver que, por pensar que había en mí
algún bien, me quería llevar; que, como yo me veía tan ruín, no podía sufrir
esto. Encomendándome mucho a Dios, estuve todos los maitines, o gran parte de
ellos, en gran arrobamiento. Díjome el Señor que no dejase de ir…, y que para
este negocio del monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve;
porque el demonio tenía armada una gran trama venido el Provincial; que no
temiese de nada, que él me ayudaría allá ( Vida, 34, 1-2)
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