lunes, 9 de diciembre de 2013


EL CASTILLO INTERIOR O LAS MORADAS (7)

.El recurso literario y doctrinal mejor manejado por la Santa son los símbolos.  

Harta merced me hará nuestro Señor, si alguna de ellas se aprovechare para alabarle algún poquito más: bien sabe Su Majestad que yo no pretendo otra cosa; y está muy claro que, cuando algo se atinare a decir, entenderán no es mío, pues no hay causa para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad para cosas semejantes, si el Señor por su misericordia no la da.

Siguen los otros tres símbolos, con función complementaria. Los introduce la autora para poner a foco un momento crucial del proceso: o el paso a la vida mística (fuentes), o el comienzo de la unión mística (gusano de seda), o la santidad final (símbolo nupcial). El primero de los tres centra el tema de las moradas cuartas y señala la división de vertientes entre lo "natural y lo sobrenatural". Son dos fuentes: una lejana, con el manantial en lo exterior del castillo, la otra dentro, casi entreverada en los pliegues ontológicos de lo humano. El brote de la segunda va a simbolizar el flujo de la gracia mística. Una gracia no condicionada ya por el esfuerzo humano, pero que brota de lo hondo del hombre y lo dilata, lo libera y lo introduce en otra forma de vida: aquí la vida es don y gracia, mucho más que esfuerzo y lucha... como era en las jornadas pasadas, las de la primera fuente.

El gusano de seda es el símbolo más delicado y cuidado. Se lo introduce en las moradas quintas (c. 2, 2) para central el punto focal: la transformación en Cristo como término del proceso de muerteresurrección del cristiano. Las cuatro fases de la metamorfosis del gusano calcan las cuatro jornadas centrales del castillo: el gusano "grande y feo", que se nutre y se arrastra a ras de tierra, señala los humildes comienzos que van hasta las moradas terceras; la reclusión del gusano en el capullo, "con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran" indica el paso a la vida mística, moradas cuartas; muerte (?) de la crisálida y nacimiento de la mariposa dentro del capullo: unión a Cristo y vida nueva, estado de las moradas quintas; vuelo libre y vida nueva de la mariposa: etapas finales, moradas VIVII.

En las moradas finales se entrecruzan el símbolo nupcial y la figura tipológica de la Esposa de los Cantares. Ambos marcan el ritmo del proceso en las tres jornadas postreras, pero apuntan sobre todo al tema culminante de las moradas séptimas. El símbolo queda perfilado ya en las quintas. Observa la Santa: "Ya habréis oído muchas veces que se desposa Dios con las almas espiritualmente... Aunque sea grosera comparación, yo no hallo otra que más pueda dar a entender lo que pretendo que el sacramento del matrimonio" (V, 4,3). Se toma por tanto la más fuerte expresión de comunicación, como símbolo de la unión interpersonal humanodivina. Realismo y trascendencia se funden. La Santa desdobla el símbolo en una versión bivalente. Ya lo había hecho así con el símbolo del castillo: por un lado, bastión guerrero al natural; por otro, castillo de orfebrería a base de cristal y diamente. Aquí se evoca el símbolo bíblico de los Cantares, y a la vez se lo articula según el ritual sociológico de la nobleza castellana, en tres tiempos: vistas, desposorio, matrimonio; o sea, presentación y mutuo conocimiento de los esposos, casamiento y mutua entrega. Corresponden a la temática de las moradas quintas, sextas y séptimas; en un crescendo de fe: experiencia de Dios y penetración en el misterio de Cristo (moradas V); de esperanza y amor: tensión extática y purificaciones profundas (moradas VI); y arribo a la experiencia estable del misterio trinitario (inhabitación) a través del misterio de la Humanidad de Cristo, con nuevo empeño y fecundidad en la acción a favor de la Iglesia (moradas VII).




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