miércoles, 19 de septiembre de 2012










ENTRE TAL PADRE Y TAL HIJO FORZADO HA DE ESTAR EL ESPÍRITU SANTO QUE ENAMORE NUESTRA VOLUNTAD

Aquí Madre Teresa desarrolla el primer aspecto de la oración: orar con Cristo, decir “Padre nuestro” con Jesús- Desde Jesús Hijo, contemplar el misterio del Padre hasta sentirnos hijos con el Hijo.

Teresa no hace teología, no expone el tema de la paternidad divina o de nuestra filiación, sino que lo ora. Estas páginas de la Santa están escritas para ser leidas en oración.

¿A quién””orar; al Padre o a Jesús? La liturgia, que es la expresión perfecta de la oración cristiana, ora al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Al leer este capítulo en oración, advertimos que comienza con la palabra al Padre :”Oh Señor mio, cómo parecéis Padre de tal Hijo”. Pasa rápidamente al diálogo con el Hijo: “Oh Hijo de Dios y Señor mío”. Y concluye con la convicción de que el Espíritu Santo está implicado en esas invocaciones.

¡Atención a esto! Teresa primero ora al Padre por el Hijo, a favor de él. Se empeña en despertar o remover sus entrañas de Padre ante el misterio del Hijo hecho hombre y el Cristo místicamente implicado en los avatares de la Iglesia. Y, después, atrae la mirada del Padre hacia nosotros, hijos suyos , y nuestras necesidades e intenciones. La escuchamos:

Padre nuestro, que estás en los cielos.¡Oh Señor mio, cómo parecéis Padre de tal Hijo, y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás!. No fuera al fin de la oración  esta merced,Señor, tan grande. En comenzando nos henchís las manos y hacéis tan gran merced, que sería harto bien henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese hablar palabra.

¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta! ¡Oh, con cuanta razón se entraría el alma en síi para poder mejor subir sobre sí misma a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar a donde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra, hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que después que entendamos  cuán grande es, nos quedemos en la tierra.

¡Oh Hijo de Dios y Señor mío! ¿Cómo dais tanto junto  a la primera palabra? Buen Padre teneis, que os da el buen Jesús. Procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros con él  y echaros en sus brazos. Ya sabeis que no os echará de sí si sois buenas hijas; pues ¿ quién no procurará no perder tal Padre? Entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor (CP 27,1-2, 7).

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