viernes, 24 de febrero de 2012

A QUIEN EL SEÑOR LLEGA AQUÍ, TIENE ESE AMOR



A QUIEN EL SEÑOR LLEGA AQUÍ, TIENE ESE AMOR

El amor fraterno tiene su fundamento en una cosmovisión cristiana, en haber previamente entendido y experimentado la verdad del mundo como creado por Dios, la verdad de las criaturas también obras del creador y haber trascendido a la certeza de lo invisible. Creyendo que hay otro mundo y la diferencia real entre uno y otro. Dios tiene un proyecto sobre cada persona y la va llevando por la fe y en libertad a su realización, viéndose en camino hacia su destino eterno.

Así quiere Madre Teresa a sus monjas. Que cada una esté bien asentada en estas bases, en las que han de situarse en un ámbito universal de relaciones, desde la fe, con su entorno global. Y sólo así, una monja, como cualquier creyente, acertará a a amar al prójimo de una manera muy distinta de la que procedería del mero subjetivismo parcial.

Madre Teresa pide a sus monjas que se sitúen ahí, pero no sólo desde el convencimiento racional, sino desde la experiencia vital, cual sería el desapego afectivo de las cosas caducas, desde el desasimiento propio, y de amar a Dios con todas las fuerzas.

La carmelita, al moverse en ese ámbito religioso, en oración, percibirá el impulso interior de amar a sus hermanas con un amor purificado y liberado de las limitaciones humanas. Este sería el amor puro espiritual, como proyecto de vida personal y comunitario que Madre Teresa propone para el grupo de carmelitas del convento de san José y de otras futuras fundaciones. La escuchamos:

Paréceme ahora a mí que, cuando una persona la ha llegado Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura (esto visto por experiencia que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo). O ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura. Y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de él en la oración, o a quien su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí.

Podrá ser, hermanas, que os parezca tratar impertinente en esto, y que digais que estas cosas que dicho ya todas las sabeis. Plega al Señor sea así, que lo sepais de la manera que hace al caso, impreso en las entrañas. Pues, si lo sabeis, vereis que no miento en decir que a quien el Señor llega aquí, tiene este amor(CP 6, 3-4).


Amigos, a la largo de la cuaresma, sintamos la necesidad de que Dios nos infunda un corazón nuevo, un espíritu nuevo. Con mi afecto y saludos, Nicolás

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