lunes, 16 de enero de 2012

LA POBREZA ES UN SEÑORÍO GRANDE










Teresa, que llevaba por dentro una santa, sin saberlo, nos deja atónitos cuando en pleno siglo XVI, los ciudadanos se enorgullecían de ser ricos y poderosos y que los tuvieran por tals, y ella cifra el señorío en todo lo contrario, en ser pobre, pobre. En eso ponía su honra y señorío.


Y no es que a ella la privaran de tener bienes de herencia o recibir donaciones. No. Tenía derecho y posibilidad de ser rica. Y en algún momento quiso serlo, pues la gente de la calle identificaba la honra con la riqueza y ella, como cualquier persona, defiende su honra. Pero su talento le descubrio que su Esposo, a quien ella había jurado imitar en todo, fue pobre y no le importó nada que le tuvieran por loco.




Así inició una aventura, con sus doce primeras monjas, de ser pobres de alma, de pensamiento y de obra. Es muy aguda su observación cuando les dice que sería un engaño aparecer como pobres, para que les den limosna, y no serlo de verdad. Ser rica y pedir limosna por caridad es una contradicción. Enseguida el conventico de san José empezó a descollar en la ciudad. El estilo de vida de aquellas monjas era distinto, novedoso, imposible de creer. Mejor será oirla a Teresa:



"Sería engañar al mundo: hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior. Conciencia se me haría (a manera de decir) y me parecería era pedir limosna las ricas; y plega a Dios no sea así, que donde hay estos cuidados demasiados de que den, una vez u otra se irán por la costumbre ( o podrían ir) y pedir lo que no han menester, por ventura, a quien tiene más necesidad"-



"En ninguna manera se ocupe en esto el pensamiento, os lo pido, por amor de Dios, en limosna. Yo espero en el Señor no será así, ni dejará a sus siervas; y para esto, aunque no sea para más, aproveche esto que me habeis mandado escribir por despertador".



"Y crean, mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza, y las que lo probaren lo entenderán, quizá no tanto como yo; porque no sólo no había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de espíritu. Ello es un bien que todos los bienes del mundo encierra en sí; es un señorío grande; digo que es señorear todos los bienes de él, otra vez, a quien no se le da nada de ellos".



"¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas ni de tenerlos contentos, ni un tantito se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se me da de sus honras, si tengo entendido en lo que está ser muy honrado un pobre, que es ser verdaderamente pobre?" (CP 2, 3-5).



Curiosamente, amigos lectores, aquel pequeño convento de tapial de barro, morada de unas sonrientes y dulces monjitas que libremente habían escogido no tener ni pan que comer, es el único que subsiste de sus contemporaneos, de paramentos y bóvedas de granito, ocupados por señoras ricas. Después de 450 años, aquel conventito de san José sigue en pie y habitado por monjas que tienen el mismo encanto y seducción. De los otros, uno está en ruinas y en el más absoluto abandono, y el otro ha pasado a propiedad privada.


Hasta la próxima. Un cordial saludo.Nicolás

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