¡LÍBRANOS.AMEN!
También ella se ve cansada, se culpa a sí misma de
sus faltas y pecados, del aguijón de la incertidumbre de no poder saber con
certeza que ama al Señor ni “si son aceptos mis deseos delante de Dios”. La
escuchamos:
Amén- Que el “amén”
entiendo yo que, pues con él se acaban todas las cosas, que así pide el Señor
seamos librados de todo mal para siempre. Y
así lo suplico yo al Señor me libre de todo mal para siempre, pues no me
desquito de lo que debo, sino que puede ser por ventura cada día me adeudo más.
Y lo que no se puede sufrir, Señor, es no poder saber cierto que os amo, ni si
son aceptos mis deseos delante de Vos.
¡Oh Señor y Dios mio,
libradme ya de todo mal, y sed servido
de llevarme adonde están todos los bienes! ¿Qué esperan ya aquí a los que vos
habéis dado algún conocimiento de lo que es el mundo, y los que tienen viva fe
de lo que el Padre eterno les tiene guardado? El pedirlo yo es porque, como he
tan mal vivido. Temo ya de más vivir y cánsanme tantos trabajos. Los que
participan de los regalos de Dios no es mucho deseen estar adonde no los gocen
a sorbos, y que no quieran estar en vida que tantos embarazos hay para gozar de
tanto bien, y que deseen estar adonde no se les ponga el Sol de justicia (CP
42, 2-3).
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