ANDAR
CON UNA SANTA LIBERTAD
Santa Teresa dedica el capítulo 41 de Camino a glosar lo que es tener temor de
Dios. El segundo de los castillos fuertes, para pelearse con todo el mundo y
con todos los demonios. En el camino de un creyente, a nuestro amor de Dios lo
acompaña o lo sigue como una sombra benéfica el temor de Dios.
El “temor” es categoría bíblica, pues en los libros
sapienciales se dice ser “el principio de la sabiduría”. Santa Teresa lo
contrapone frontalmente al “miedo”. Y escribe: “no hayas miedo, hija”. En este capítulo 41 la Santa
hablará del verdadero temor de Dios, para inculcarlo. Y del miedo,
para exorcizarlo. En el orante, poco a poco se afianza el temor de Dios: jamás
se diluye ni se esfuma; si acaso, corre el riesgo de deformarse y empobrecerse.
En cambio, cesan uno a uno todos los miedos.
El trato con Dios y la práctica de las otras
virtudes cristianas dan como resultado
esa doble expresión de “sentido de Dios”: amarlo a Él, pero temiendo a la vez
la propia fragilidad. Amarlo y temer perderlo. Escuchemos a nuestra Santa en el
primer fragmento de este capítulo:
Es cosa sabrosa hablar
en tal amor, ¿qué será tenerle?. El Señor me le dé, por quien su Majestad es.
Ahora vengamos al temor de Dios. Es cosa también muy conocida de quien le tiene
y de los que le tratan. Aunque quiero entendáis que a los principios no está
tan crecido, si no es algunas personas, a quien el Señor hace grandes mercedes,
que en breve tiempo las hace ricas de virtudes.
Vase aumentando el valor,
creciendo más cada día; aunque desde luego se entiende, porque luego se apartan
de pecados y de las ocasiones y de malas compañías, y se ven otras señales.
Mas, cuando ya llega el alma a contemplación, el temor de Dios también anda muy
al descubierto, como el amor; no va disimulado aún en lo exterior. Las tiene el
Señor a estas personas de tal manera que, si gran interés se le ofreciere, no
har-an de advertencia un pecado venial; los mortales temen como al fuego (CP
41, 1).
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