miércoles, 6 de marzo de 2013







                           DOMINGO IV DE CUARESMA C. Día 10 de marzo 2013

Este texto que acabamos de escuchar, es una de las paginas más bellas  y estremecedoras que contienen los Evangelios. Se conoce como la historia del hijo pródigo. La historia de aquel muchacho que un día le pide a su padre la parte que le pueda corresponder en la futura herencia, y se va de casa con ello, a vivir su vida. Al poco tiempo se le acaba, se da cuenta de que se muere de asco, y decide volver a casa, y a pedirle a su padre que le de algún trabajo y al menos le de de comer como a cualquiera de los criados. Y se vuelve para casa, con los pies descalzos, sus vestidos hechos girones, andrajoso y muerto de hambre.- Y se encontró con lo que no había ni sospechado, que su padre le estaba esperando con los brazos abiertos.

Un padre, ejemplo de toda bondad y generosidad. El corazón de un padre así atrae al hijo como un imán. Un padre paciente, que no lleva cuentas del mal que le ha hecho el hijo al marcharse de casa. No pregunta ni indaga. Lo ha perdonado de antemano. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. Su amor es mucho más grande que la culpa del hijo. Su misericordia supera a la miseria del hijo ,que lo había abandonado.. Y por eso, el hijo reflexiona y decide volverse a casa, porque sabe que le espera un padre que le va a abrir las puertas sin condiciones.

  Así es Dios para con nosotros. El amor misericordioso de Dios es más fuerte que todas nuestras miserias. El no espera a que volvamos...Sale en busca nuestra tratando de atraernos con su gracia, con inspiraciones interiores,  atraernos hacia El.

Sintámonos cada uno de nosotros, como hijos, siempre amados por nuestro Padre Dios, dispuesto a perdonarnos en cualquier circunstancia.- Esta es la primera lección que debemos aprender de esta parábola. Nada mueve tanto como el saber que siempre, siempre, pase lo que pase, alguien nos estima, nos valora, y nos espera. Y ese alguien siempre es Dios.

 Un ejemplo de conducta es para todos nosotros este padre del Evangelio. El padre debe ser el hombre del respeto, de la espera vigilante, del olvido  generoso ante los prontos con que reaccionan los hijos, del perdón espontaneo, del amor incondicional, del abrazo, de los regalos..
Así es nuestro Padre Dios, un padre entrañable que no nos ajusta las cuentas, que se emociona cuando retornamos del mal, que nos abraza y nos besa como a hijos.- Para que aprendamos de El a amarnos nosotros también de la misma manera, incondicionalmente, sin preguntar ,ante las ofensas, cómo ni por qué.  Que a nuestro lado cualquiera se sienta ilimitadamente acogido y comprendido.

  San Agustín, comentando esta página del evangelio, se veía a sí mismo como un hijo pródigo y escribió así :” Yo era el que estaba alejado de Dios, y me veía como el hijo pródigo.¡Pobre infeliz de mí ¡. Por qué grados fuí cayendo hasta dar en el profundo abismo en que me veía...Yo me aparte de Vos, Dios mío, y anduve errante y descaminado muy lejos de vuestra firmeza y estabilidad durante mi juventud; y de este modo llegué a hacerme a mí mismo una región solitaria y un país desértico, donde reinan la pobreza y la necesidad. Pero yo, Dios mío, con mucha fatiga y ansia os buscaba, siendo así que Vos estabais más dentro de mí que lo más interior que hay en mi mismo, y más elevado y superior que lo más elevado y sumo de mi alma”.
  Si Dios está en lo íntimo del corazón y nuestro corazón se ha extraviado de él, no nos queda más remedio que volver a entrar en nuestro corazón, por el recogimiento y la oración y pedirle misericordia y perdón.
Señor, habiéndome convencido de que debo volver a mí mismo y penetrar en mi interior, para encontrarte a Tí, te pido que seas tú mi guia, porque presiento que no me será posible volver a mí mismo, si no me socorres con tu gracia y tu amor misericordioso.

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