lunes, 12 de noviembre de 2012




               NO TENEMOS QUE DAR SI NO LO RECIBIMOS

Santa Teresa ha experimentado la verdad que encierran aquellas palabras de Jesús en el Evangelio: “Sin Mi nada podeis”. Todo es don. Nadie obtiene la santificación por sus propios esfuerzos, sino por la presencia del Dios santo en él.

Como siempre que toca el tema de la contemplación, Santa Teresa termina recordando a sus lectores que aquí no hay técnicas ni méritos que valgan. Que el contemplativo ha entrado en el reino de la gracia, del amor y de la gratuidad absoluta. Aquí “la pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den. Y esta es su mayor riqueza: quedar, mientras más sirva, más adeudada". La escuchamos:

El Señor se huelga en cumplir El lo que ella le pide, como ella hace lo que El la manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto quiere y no deja de querer. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que querría, ni puede nada sin que se lo den; y ésta es su mayor riqueza: quedar mientras más sirve más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a tantos inconvenientes y embarazos y atadura como trae el estar en la cárcel de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe.

Y es harto boba de fatigarse; porque, aunque haga lo que es en sí, ¿ qué podemos pagar los que, como digo, no tenemos que dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto que podemos, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente?.

Esta es una clara verdad: lo muy nonada que somos y lo muy mucho que es Dios. Os doy un aviso: que no penséis por fuerza vuestra ni diligencia vuestra llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción, quedaréis frias; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba todo, decir: “Fiat voluntas tua” (CP. 32, 12-13).

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