domingo, 20 de mayo de 2012






ESTAS VIRTUDES INTERIORES FORTALECEN EL ALMA

Madre Teresa pone el silencio interior entre las grandes virtudes. Y aquí no caben exageraciones que perjudiquen a la persona, como podía suceder haciendo penitencias corporales sin límites ni control.

Llama bienaventurados a los perseguidos. Pero no los perseguidos por acoso violento. Sino por la aceptación silenciosa cuando se está de baja en el aprecio ajeno: “desear con verdad ser tenido en poco”. Acoger en silencio todo por amor a la verdad profunda: “considerando y pensando qué es lo que es y qué es lo que no es”. Y para alcanzar la libertad, hasta colocarse por encima de los juicios humanos y no depender de ellos: “porque se comienza a ganar libertad, y no se nos da más que digan mal que bien”. La escuchamos:

Estas virtudes grandes, hermanas mias, querría yo estudiáemos mucho e hiciésemos penitencia, que en demasiadas penitencias ya sabéis  os voy a la mano, porque pueden hacer daño a la salud, si son sin discreción. En esto otro no hay que temer, porque por grandes que sean las virtudes interiores, no quitan las fuerzas del cuerpo para servir la religión, sino fortalecen el alma; y de cosas muy pequeñas se pueden acostumbrar para salir con victoria de las grantes.

Ayuda mucho traer consideración de lo mucho que se gana por todas estas vías, y cómo nunca –bien mirado- nunca nos culpan sin culpas, que siempre andamos llenas de ellas, pues cae siete veces al día el justo, y sería mentira decir no tenemos pecado. Asi que, aunque no sea en lo mismo que nos culpan, nunca estamos sin culpa del todo, como lo estaba e buen Jesús.

¡Oh Señor  mio!, cuando pienso por qué de maneras padecísteis y cómo por ninguna lo merecíais, no sé qué me diga de mí, ni donde tuve el seso cuando no deseaba padecer, ni a dónde estoy cuando me disculpo. Ya sabeis vos, Bien mío, que, si tengo  algún bien, que no es dado por otras manos sino por las vuestras; pues ¿ qué os va, Señor, en dar mucho que poco? Si es por no lo merecer yo, tampoco merecía las mercedes que me habeis hecho (CP 15,4-5).


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