viernes, 7 de octubre de 2011

EL REINO DE DIOS ES COMO UNA BODA.Domingo 9 de octubre

Jeremias, profeta


DOMINGO XXVIII A

De nuevo, un domingo más,el Evangelio nos describe el reino de Dios con una parábola, es decir, con una comparación o ejemplo. Jesucristo trata de exponer a sus oyentes en qué consiste la misión que él ha recibido de Dios, al bajar del cielo a la tierra, y lo expresa con una parábola : “ El Reino de Dios se parece a un rey que celebra la boda de su hijo”.Lo anuncia a sus amigos, los invita a la boda, y se van excusando unos por una cosa y otros por otra, para no asistir. Entonces toma la decisión de decir a sus empleados que salgan a la calle e inviten a todo el que se encuentren. Y así lo hicieron”.-

Algo así es lo que ocurrió cuando el Rey de los cielos, Dios, decidió enviar a su Hijo a la tierra: la encarnación del Hijo de Dios fué como una boda, como si Dios hubiera querido desposar a su Hijo con la humanidad, unir en matrimonio perpetuo al cielo con la tierra. E invitó a los hombres a sentarse a la mesa de este reino, alimentarse con la palabra de su Hijo, y con la eucaristía como alimento de salvación por El instituido.- Y pasó lo mismo que dice la parábola : los más cercanos a Jesucristo en Palestina y en Jerusalen no quisieron escuchar su palabra.
Fijémonos en el sentido de la comparación :se compara la llamada a formar parte del Reino de Dios en este mundo, a la invitación a una boda; y en la boda se subraya la invitación concreta al banquete, para insistir que en el Reino de Dios se ofrece a los hombres alimento para la vida, manjares verdaderamente de categoría y vino de solera; también lo que uno encuentra en una mesa común, amistad, convivencia. El Reino de Dios, en efecto, la Iglesia es comunidad de personas que tienen una misma fe y participan en unos mismos sacramentos, unidos a Dios y entre ellos por el amor.
También el culto a Dios, que le damos en la religión cristiana, se compara a un banquete al rededor de una mesa, siguiendo la tradición anterior a Jesucristo en el antiguo testamento. Los hebreos , para dar culto a Yavé, sacrificaban un cordero, del que parte se ofrecía a Dios y otra parte se distribuía entre los asistentes. En este tipo de sacrificios se reafirmaba la comunión con Dios y la alianza o pacto de fidelidad de Dios con su pueblo y del pueblo con Dios. Se daban gracias a Dios por todos los beneficios que de él se habían recibido, se le alababa con cantos y oraciones, y se le pedía que siguiera bendiciendo a su pueblo.
Jesucristo agradece que su amigo Lázaro y Zaqueo le inviten a comer en su casa e incluso a la boda en Caná de Galilea.- Con ello aprueba la hospitalidad, el sentido de colocarse en el último puesto a la mesa, el acordarse de los pobres que no tienen que comer, como en el banquete del rico Epulón, y él mismo hace el milagro de la multiplicación de los panes y los peces para dar de comer a los hambrientos.- Y, por fin, instituye la Eucarístía como una comida en la que él mismo se ofrece como alimento: su palabra, su evangelio es una verdad para alimento del alma: la fe es como una bebida de salvación: alimento verdadero, pan ofrecido para la vida del mundo.- Cuando instituye la Eucaristía, y tiene alrededor de la mesa a sus apóstoles, hace el gesto de lavarles antes los pies, con lo que quiere expresar simbólicamente que el pan de su palabra y el pan de la Eucaristía hay que recibirlos con pureza de alma, con humildad y caridad, es decir sin pecado.
Esta parábola extiende todavía más su significado: anuncia que el reino de Dios , fundado y desarrollado en la tierra, tiene su culminación en el cielo. Anuncia que el Señor ha de volver para invitarnos al festín definitivo en el banquete del cielo. Todos los que hayan respondido por la fe a la invitación del rey a formar parte de la iglesia, se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.
Veámonos como hambrientos del pan de la palabra, de la verdad, de los valores que ofrece el evangelio. A lo mejor nos pasa lo que a aquellos invitados: que estamos ocupados en mil cosas, que tenemos hambre de placeres o vanidades, que nos sentimos satisfechos de nosotrosmismos y no esperamos ya en la mesa del Señor.-Digámosle de corazón : “Señor, tú tienes palabras de vida eterna. Tengo hambre y sed de tí. Mi alma está sedienta de tí”.


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