martes, 8 de marzo de 2011

EL REMEDIO DE UN ALMA ESTÁ EN TRATAR CON AMIGOS DE DIOS




Teresa con sus cuarenta años de edad y veinte de Religiosa Carmelita, había experimentado la amistad con Jesucristo en una relación personal con El. Había llegado al cuarto grado de oración, que ella misma denomina oración de unión en el amor, movida por el Espíritu Santo. Pero, de repente, se ve pecadora, indigna de tantos dones del Espíritu, y teme estar equivocada, como si esas experiencias místicas fueran engaños de su imaginación calenturienta.

Y ¿a quién recurre? Piensa que lo mejor sería acudir a los Padres Jesuitas, famosos por su espiritualidad y sabiduría en el trato con las almas, en la confesión y en la dirección espiritual. Mas no lo ve claro, porque tampoco se ve merecedora de la atención de sacerdotes tan selectos. Y optó por consultar las cosas que le pasaban con don Gaspar Daza, un conocido sacerdote abulense, sirviéndose de un caballero también de prestigio en la ciudad y pariente suyo. Pero ni el uno ni el otro la entendieron a la monja doña Teresa, por razones precisamente contrarias a lo que ella se creía de sí misma. Al explicarles ella la manera que tenía de oración, y cómo oía interiormente la voz de Dios, y estaba segura por experiencia de estar habitada por el mismo Dios, no podían creerse que una mujer, precisamente por ser mujer, sin estudios, hubiese llegado tan alto en lo que entonces se conocía como teología mística. Nó, doña Teresa, eso pueden ser engaños del demonio. ¡Distráete, olvídate de esas cosas!

Pero Teresa tuvo el valor de oponerse a ellos, porque tenía claro que lo que a ella le pasaba no podían ser cosas del demonio. Por estas luchas purificadoras, fue pasando y madurando en fortaleza y entereza. Transcribo algunos párrafos de su autobiografía:

Comenzó Su Majestad a darme muy ordinario oración de quietud, y muchas veces de unión, que duraba mucho rato. Yo, como en estos tiempos había acaecido grandes ilusiones en mujeres y engaños que las había hecho el demonio, comencé a temer...;por una parte veía en mí una grandísima seguridad de que era Dios..,pero, en distrayéndome un poco, tornaba a temer y pensar si quería el demonio, haciéndome entender que era bueno, suspender el entendimiento para quitarme la oración mental y que no pudiese pensar en la Pasión.

Creció de suerte este miedo, que el Señor me hizo buscar con diligencia personas espirituales con quien tratar, que ya tenía noticia de algunos, porque habían venido aquí los de la Compañía de Jesús, a quien yo - sin conocer a ninguno- era muy aficionada de sólo saber el modo que llevaban de vida y oración. Pero no me hallaba digna de hablarlos ni fuerte para obedecerlos, que esto me hacía más temer, porque tratar con ellos y ser la que era, hacíaseme cosa recia.

Por fin me determiné a tratar con una persona espiritual para preguntarle qué era la oración, que yo tenía, y que me diese luz, si iba errada, y hacer todo lo que pudiese por no ofender a Dios.¡Qué engaño tan grande, válgame Dios, que para querer ser buena me apartaba del bien!. En esto debe poner mucho el demonio en el principio de la virtud, porque yo no podía acabarlo conmigo. Sabe él que está todo el remedio de un alma en tratar con amigos de Dios, y así no había término para que yo a esto me determinase (V, 23,2-4).

Seguidores del BLOG, ya sabeis el consejo que hoy nos da nuestra Santa, que tratemos con amigos de Dios, que nos den una mano y nos ayuden a perseverar en hacer el bien. Un saludo especial a Danny Pabón, seminarista en USA, amante de Santa Teresa, y su maestra personal en el camino de identificación con Jesús. Con un abrazo a todos . Padre Nicolás

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