viernes, 2 de abril de 2010

HOY ES VIERNES SANTO




VIERNES SANTO
Escuchando la lectura de la Pasión, según el Evangelio de San Juan, hemos ido siguiendo el drama dolorosísimo, que padeció Jesucristo nuestro Redentor-.No cabe ni más injusticia en los que le condenaron a muerte, ni más crueldad en los verdugos que ejecutaron la pena a que le habían condenado.-
Pero el mayor dolor no fue el dolor físico. La pasión del Señor no es un cúmulo de dolores físicos, como si la redención dependiera de la mayor suma posible de dolores corporales. Lo que realmente cuenta no es el dolor como tal, sino lo que supone la fidelidad en amar hasta el extremo. Y ¿dónde está el extremo? En juntar en uno los dos máximos extremos: ser Dios omnipotente y todo poderoso y ,a la vez, el hombre en su ínfima condición, ultrajado,abandonado de todos los hombres y también de Dios. Al tocarse esos dos extremos, salta una chispa, un gripo : "Dios mio, Dios mio ¿Por qué me has abandonado?"
De esa forma expresa Jesucristo el mayor amor- El dolor corporal, en definitiva, es expresión y resultado del desgarramiento de Jesucristo entre ser Dios y verse abandonado por Dios. Por eso se siente desgarrado, crucificado.¡ Ni en el cielo, ni en la tierra¡ ¿Quién vió en más extrechez, gloria más plena, y a Dios como el menor de los humanos?
Por eso la cruz nos dice cómo es Dios, quién es Dios: Dios es el amor, el mayor amor.
En el amor está nuestra salvación. Amar, siempre. Amar, incluso a quien nos abandona, a quien nos ofende, a quien no reconoce el bien que por él se hace.La tragedia del hombre es que por ser él injusto, necesita ver a los demás como injustos, para sentirse disculpado.Eso es vivir engañado. Por eso el justo, el bueno crucificado es el espejo que se ofrece al hombre para que vea sin engaños lo que es.

¡Oh cruz fiel! En hoja, en flor y en fruto, la cruz es el árbol de la vida. Cada uno tenemos que llevar nuestra cruz, grande , mediana o pequeña. La flor y el fruto de esta cruz nuestra, de este árbol de la vida que somos cada uno de nosotros, dependerá también del amor que pongamos en lo que hacemos.
Un testigo contemporáneo de cómo se debe llevar la cruz por la vida, fue Juan Pablo II, a quien recordamos, este dos de abril, aniversario de su muerte . La suya fue una cruz muy pesada, desde niño, con la muerte de su madre, el trabajo en la mina para poder subsistir, la invasión del comunismo , con el que tuvo que luchar como sacerdote, obispo y luego sumo pontífice…Pero con qué garbo y con qué entereza, y con qué gozo supo llevar su cruz. La razón de su entrega sabemos cuál fue: su identificación con Jesucristo en amar a Dios y a los hombres.
¡Te adoramos o Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido el mundo! La imagen de la cruz representa bien lo que JESUCRISTO PASÓ POR NOSOTROS, su amor hasta el extremo. No puedo gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.- En su cruz tiene que inspirarse la nuestra, porque nuestra felicidad dependerá del amor con que nos abracemos a ella.

AMEN

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