jueves, 1 de abril de 2010

HOY ES JUEVES SANTO, PURIFICACIÓN Y TRANSFORMACIÓN

Cristo crucificado.Debajo, su madre y otras mujeres
acogiéndo sus últimas palabras y aliento vital.Flanqueado por los otros dos crucificados-
Pintura sobre tabla.Pedro Berruguete.Retablo mayor de la Catedral de Ávila

Hoy es Jueves Santo. Este día, a estas horas de la tarde conmemoramos con toda la iglesia, la última cena que Jesucristo celebró con sus apóstoles. Esta celebración sagrada se ha venido reiterando, sin ninguna interrupción, año tras año, desde entonces en la iglesia, en cumplimiento del mandato de Jesús: “Haced esto en memoria mí”. Y QUÉ HIZO EL EN AQUELLA CENA? Transformar el pan y el vino en El mismo. “Tomó el pan, y dijo “ esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros”. Y luego cogió el caliz, lleno de vino, y dijo: ésta es mi sangre que será derramada por vosotros”.A esta transformación, la llamamos Eucaristía. Por esta mutación del pan y del vino en su ser de hombre-dios, al entregarse a sí mismo, queda como fundido y transformado en un nuevo modo de ser, en el que ahora está a la vez en el cielo y al mismo tiempo con nosotros.

La iglesia sigue celebrando este misterio de la Eucaristía en todos los templos del mundo. Pero no lo hace por su propio poder, porque ninguna persona humana, por sí misma, tiene el poder de convertir un poco de pan y un poco de vino en la presencia real de Cristo, Dios y hombre verdadero. Cuando el sacerdote pronuncia las palabras consecratorias, lo hace representando a Jesucristo. Presta sus manos y su voz a disposición de Jesucristo, cumpliendo así su mandato de hacerlo en memoria suya, y El, por su parte, cumpliendo su compromiso de seguir realizando aquella misma transformación de la última cena, cada vez que la iglesia, por el ministerio de los sacerdotes y la participación de los fieles cristianos celebren la Eucaristía, como nosotros ahora.- El don que Jesucristo hizo de si mismo, para nuestra salvación, no quedó relegado al pasado, pues todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por nosotros, es eterno y por eso traspasa todo tiempo y fronteras. Porque al instituir este sacramento, no se conformó con decir sobre el pan “esto es mi cuerpo”, sino que añadió “entregado por vosotros” y “esta es mi sangre derramada por vosotros”. La Eucaristía hace así presente, de modo sacramental, el sacrificio de Jesucristo, que al día siguiente, el viernes santo por la tarde, se completó en la cruz, y culminó después en la resurrección.

Pero,siguiendo el Evangelio, previamente, Jesucristo lavó los pies a sus apóstoles. Y nos preguntamos ¿qué significado tiene ese acto?. Un significado real: nos dice que, antes de participar en la Eucaristía, tenemos que lavar nuestra alma, nuestra conciencia, nuestros deseos. ¿ Cómo? ¿con qué agua? Cristo nos lava los pies del alma, nos purifica mediante su palabra y su amor, mediante el don de sí mismo.”Vosotros ya estais limpios gracias a la palabra que os he anunciado”, les dirá en otra ocasión a sus discípulos. Nos lava siempre con su palabra. Sí, las palabras de Jesús, si las acogemos en nuestro interior, en actitud de oración y de fe, desarrollan en nosotros una acción purificadora. Día a día nos cubrimos de muchas clases de suciedad, de palabras vacías, de prejuicios, de falsedades que se infiltran en nuestro interior- Todo ello ofusca y contamina nuestra alma, nos amenaza y nos hace incapaces para la verdad y para el bien.Si cometemos pecados,necesitamos el baño de la penitencia, de la confesión de los pecados y de la absolución.- Las palabras de Jesús, si las acogemos con corazón atento, realizan un auténtico lavado, una purificación del alma, de nuestro interior.El Evangelio del lavatorio de los pies nos invita a dejarnos lavar continuamente por esta agua pura, a dejarnos capacitar para comulgar con el amor a Dios, y con los hombres.El Señor nos lava sin cesar los pies sucios para poder así sentarnos a la mesa con él.

Este es el misterio que hoy celebramos, a Cristo como fuerza sanadora y santificadora, que si la acogemos con fe y amor, hará nuestra transformación personal en una nueva forma de ser en comunión con él.

Y, también, después de lavar los pies a sus discípulos nos dice “ Haced también vosotros lo mismo”, Lavad también vosotros los pies a los demás. ¿Cómo? Debemos lavarnos mutuamente los pies unos a otros en el mutuo servicio del amor y perdonándonos continuamente unos a otros.
El jueves santo es día de gratitud y de alegría por el gran don del amor hasta el extremo, que Jesucristo nos ha hecho. Oremos a Dios,en esta hora , para que la gratitud y la alegría se transformen en nosotros en la fuerza para amar y perdonar, como él nos ha amado y perdonado. Amen,

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