Talla policromada, dentro de la vitrina. Original.
Monasterio de la Encarnación. Ávila
En Cuaresma de 1554, la monja Teresa se encontró con Jesucristo, y, esta vez, quedó impactada como nunca. Entró en su oratorio , y vió una imagen de Cristo muy llagado. De repente, intuyó que estaba así, llagado en espaldas y brazos, por culpa de nuestros pecados. Y se turbó, se conmocionó, como si el corazon se le partiese.
Se vió amada, nada menos que por el mismo Dios hecho hombre. Y se avergonzó de su falta d
correspondencia. De haber perdido treinta años de pasatiempo en pasatiempo.
En un instante quedó deslumbrada. El Amor era verdadero. Se vió arrebatada como a otra orilla. Aquella sangre se derramó sobre ella. Aquel instante de arrebato no se acababa nunca. Y la sangre seguía derramándose sobre ella hasta rebosar.
¡Me has vencido! De ahora en adelante, Señor y Dios mio, con tu fuerza amorosa, seré toda tuya.
Este impacto existencial es conocido como la "conversión" de Santa Teresa, a sus treinta y nueve años. Ella lo describe con palabras sobrecogedoras:
Pues ya andaba mi alma cansada y - aunque quería - no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traido allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros.
Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.
Me parece le dije entonces, que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces.
Teresa de Jesús
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