lunes, 30 de agosto de 2010

ERA AFICIONADÍSIMA A LOS SERMONES




El interés de santa Teresa por tener noticias de su Amigo, Jesucristo, le crecía. Se temía a sí misma, adivinándose que podría encontrarle en algún predicador, como su enviado. Y lo iba a buscar en alguna iglesia. Se define aficionadísima a oir sermones, y a la vez llena de miedo. Como si gozándose de oir a sus mensajeros, temiera ser conquistada por El para siempre.

Todos eran anuncios de su verdad, y la preparaban para el reencuentro definitivo. ¡Consuelo la daban, y también tormento¡ Son los contrasentidos del amor verdadero y hondo.

Estas son sua palabras:


Pues el tormento en los sermones, no era pequeño, y era aficionadísima a ellos, de manera que si veía a alguno predicar con espíritu y bien, un amor particular le cobraba - sin procurarle yo- que no sé quién me lo ponía.


Casi nunca me parecía tan mal sermón que no le oyese de buena gana, aunque, al dicho de los que le oían, no predicase bien. Si era bueno, érame muy particular recreación. De hablar de Dios u oir de El casi nunca me cansaba, y esto después que comencé oración.


Por un cabo, tenía gran consuelo en los sermones, por otro me atormentaba; porque allí entendía yo que no era la que debía de ser, con mucha parte. Suplicaba al Señor me ayudase. Más debía faltar - a lo que ahora me parece- de no poner en todo la confianza en su Majestad, y perderla de todo punto en mí.


Todo aprovecha poco, si, quitada de todo punto la confianza en nosotros, no la ponemos en Dios. Deseaba vivir - que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte; y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar- Y quien me la podía dar (el Señor), tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole.


Teresa de Jesús

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