miércoles, 4 de agosto de 2010

GUSTABA LEER BUENOS LIBROS PARA HACER ORACIÓN

Angel.
Bajo relieve en plata.Custodia del Corpus
Juan de Arfe, Avila 1571


JAMAS PODÍA COMENZAR A TENER ORACIÓN SIN UN LIBRO

Santa Teresa pasa por distintas situaciones, cuando se toma en serio hacer un rato de oración. Ella concibe la oración mental como un coloquio del alma con Dios, una relación afectuosa con Dios. En los primeros años de su vida religiosa, su principal dificultad era concentrarse interiormente para poder referirse en directo con Dios.

A Teresa, que era superactiva, le faltaba el silencio interior para la escucha del Otro. Quería estar con Dios, escuchar su palabra, pero no podía controlar su imaginación ni los pensamientos que se le iban a otras partes. Y a donde se va el pensamiento allí se va el corazón, el amor. Y la oración es fundamentalmente un ejercicio de amor. Estar amando a quien sabemos nos ama .


¿Solución? Coger un buen libro, y leer alguna página atentamente. La lectura le ayudaba a concentrar su pensamiento en Dios y a recoger su pensamiento en El. La escuchamos:

Lo que más gustaba era leer buenos libros, que era toda mi recreación, porque no me dió Dios talento de discurrir con el entendimiento, ni de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe, que aún para pensar y representar en mí,- como lo procuraba-, traer la Humanidad del Señor, nunca acababa.


Y , aunque por esta via de no poder obrar con entendimiento, llegan más presto a la contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso, porque si falta la ocupación de la voluntad y el haber en qué se ocupe, en cosa preesente, el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio, y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los pensamientos.


Quien discurre en lo que es el mundo y en lo que debe a Dios, y en lo mucho que sufrió y lo poco que le sirve, y lo que da a quien le ama, saca doctrina para defenderse de los pensamientos y de las ocasiones y peligros; pero, quien no se puede aprovechar de esto, le tiene mayor (provecho) y le conviene mucho la lectura, pues de su parte no puede sacar ninguna (doctrina).


Y si, al que sin esta ayuda del libro, le hacen estar mucho rato en ella, le hará daño a la salud , si porfía, porque es muy penosa cosa. En dieciocho años, si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro; porque tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio,- que era como una compañía o escudo en el había de recibir los golpes de los muchos pensamientos-, andaba consolada.


Teresa de Jesús

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