miércoles, 25 de agosto de 2010

VEÍA UN ANGEL,CABE MI, AL LADO IZQUIERDO

I Santa Teresa Transverberada.
Talla en madera policromada,s.XVIII.
Monasterio de la Encarnación de Ávila.
LA TRANSVERBERACIÓN DEL CORAZÓN DE SANTA TERESA


En este monasterio de la Encarnación de Ávila se celebra hoy, 26 de agosto, esta fiesta de la Transverberación del Corazón de santa Teresa , por ser el lugar dónde ella recibió algunas veces este regalo extraordinario de Dios. Y se hace con la máxima solemnidad. A las 8 de la tarde tiene lugar una concelebración eucarística que preside siempre un Cardenal, y en la que participan unos 25 sacerdotes junto al altar, y asisten tantos fieles que llenan por completo la iglesia. Las Carmelitas cantan desde el coro, " como si fuesen ángeles".

La misma santa Teresa dejó por escrito lo que le ocurría, de vez en cuando, en su oratorio.Que veía con los ojos del alma bajar del cielo un angel con un dardo de oro, que le traspasaba el corazón y la dejaba arrobada en amor gran de Dios. Y vivía con tal emoción e intensidad esta merced del dardo, que se quedaba como arrobada, en éxtasis.


Copiamos el texto del capítulo 29 del Libro de la Vida, escrito por santa Teresa:


Quiso el Señor que viese algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla...El angel no era grande sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan...Veía en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tenía un poco de fuego.

Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y que me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos gemidos. y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios.
No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento.
Los dias que duraba esto, andaba como embobada; no quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay en todo lo criado.


Teresa de Jesús












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