Bajo relieve en plata. Cuatodia del Corpus.Arfe 1571
Teresa no es imaginable sin su Amigo verdadero. Desde niña se ve referida a otros a quienes ama y de los que se siente amada. En cualquiera de las páginas de su Vida, hay ,al menos, dos protagonistas. Es la más querida de su padre. Las más querida de sus once hermanos. En el internado de Ntra. Sra. de Gracia todas sus compañeras, jóvenes como ella, la quieren.
Ella misma se reconoce dotada de una naturaleza para el amor, un amor de ida y vuelta. Naturalmente dotada para amar y ser amada. Así es como ella se ve en esencia.
Cuando experimenta el contenido de su fe en Dios, ya desde niña lo percibe como una relación personal con El. Recuerda, ya mayor, que, cuando hablaba con su hermano Rodrigo...era el Señor servido que me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad. El amor y la verdad son dos categorias que despiertan en la vida de Teresa desde muy temprana edad.
Despiertan con ella a la vida, y van creciendo con ella a la par. Su amor a Dios es un amor de amistad, al que ve identificado con Jesucristo. Una amistad que no se improvisa, y que ni siquiera parte de ella, sino de El. En la verdadera amistad ocurre que el otro es la referencia. Teresa descubre que el amor de Jesucristo hacia ella es gratuito, desinteresado desde el principio al fin. Por eso ha de procurar que el suyo sea también gratuito y desinteresado desde la raiz.
La amistad como la vida se purifica en el crisol del sufrimiento. Y para Teresa el mayor sacrificio fue entregar su libertad por completo al Otro, para no seguir jugado a ser como una señora, que juega a darse gustos sensuales a si misma unas veces y, otras, a su Amigo Jesucristo. Cuando descubrió la sin razón de sus razonamientos, y que tenía que dar un salto en el vacio, sin más, vió claro que el tiempo y la forma de amar no los marca ella, sino El. Y a partir de ahí, Teresa comenzó una vida nueva, su vida verdadera. ¡Estas son las paradoja de Teresa, tener que morir a sí misma ficticia, para encontrarse a la sí misma la auténtica y verdadera!
La escuchamos:
¡Oh, cuánto sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dió vida para salir de muerte tan mortal.
Me parece que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina Majestad, y que debía oir mis clamores y haber lástima de tantas lágrimas .Me comenzó a crecer la afición de estar más tiempo con El, y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque quitadas, luego me volvía a amar a Su Majestad. Pues bien entendía yo - a mi parecer- le amaba, más no entendía en qué está el amor de veras a Dios, como lo había d entender.
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