viernes, 19 de agosto de 2011

¿QUIÉN DECIS QUE SOY YO? Domingo ,21 agosto



DOMINGO XXI A
En el evangelio de este domingo se nos recuerda una conversación que tuvo Jesucristo con sus apóstoles. Les pregunta abiertamente qué piensan que es El.”Quién dice la gente que es el Hijo del hombre ?..
.Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?”.- Simón Pedro respondió por sí mismo y por los demás:” Tu eres el Mesias, el Hijo de Dios vivo”.-


El mejor comentario a este evangelio es el acontecimiento que está teniendo lugar en Madrid. Allí jóvenes de todo el mundo se han reunido con el Papa para hacer justos una confesión de fe en Jesucristo:” Tú ,Jesucristo, eres el Mesias, el Hijo de Dios vivo”.Hemos venido aquí a adorarle. Y adorarle presente en el misterio de la Eucaristía, que el Papa preside.
En las Misas este domingo nos unimos a la del Papa en Madrid. Benedicto XVI pronunció recientemente una homilía recordándonos el sentido religioso del domingo, como fiesta de la Iglesia, y de la Eucaristía como alimento imprescindible para la vida cristiana.” Necesitamos este Pan para afrontar las fatigas y el cansancio del viaje. El domingo, Dia del Señor, es la ocasión propicia para hallar fuerza en El, que es el Señor de la vida. El precepto festivo no es,pues, un deber impuesto desde fuera, un peso con el que tenemos que cargar. Al contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse del Pan eucarístico y experimentar así la comunión de los hermanos y hermanas en Cristo es una necesidad para el cristiano, una alegría; de esta forma el cristiano puede encontrar la energía necesaria para el camino que hemos de recorrer cada semana. Camino, por otra parte, no arbitrario: la senda que Dios nos indica en su Palabra va en la dirección inscrita en la esencia misma del hombre.

La Palabra de Dios y la razón caminan juntas. Seguir la Palabra de Dios, caminar con Cristo, significa para el hombre realizarse como tal; perder la senda trazada por Cristo equivale a perderse. El Señor no nos deja solos en este camino. El está con nosotros; más aún, desea compartir nuestra suerte hasta identificarse con nosotros. Expresamente dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

La gente, ante semejante afirmación, empezó a discutir “¿Y cómo puede éste darnos a comer su carne?. En verdad, esta actitud se ha repetido muchas otras veces a lo largo de la historia. Diríase que, en el fondo, la gente no quiere tener a Dios tan cerca tan al alcance de la mano, tan partícipe de sus avatares. La gente lo quiere grande y, a decir verdad, nosotros también lo preferimos algo alejado...

Realmente necesitamos a un Dios cercano. Ante el murmullo de protesta, Jesús habría podido echar mano de palabras tranquilizadoras, para no dar lugar a que algunos le abandonaran. Antes bien, se demostró dispuesto incluso a aceptar el abandono de sus mismos apóstoles con tal de no cambiar un ápice la concreción de su discurso:”También vosotros quereis marcharos ?”, les preguntó. Gracias a Dios, Pedro dió una respuesta que hoy nosotros también, con pleno conocimiento, hacemos nuestra: Señor ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Necesitamos a un Dios cercano, a un Dios que se entregue en nuestras propias manos y que nos ame. En la Eucaristía Cristo está realmente presente entre nosotros...Cristo nos atrae a él, nos saca de nosotros mismos para hacer de todos nosotros una cosa sola con él. De esta manera él se inserta también en la comunidad humana...El Cristo con el que nos encontramos en el Sacramento es el mismo aquí en esta iglesia nuestra, como en la ciudad de Madrid, aquí en Europa como en América, en Africa, en Asia , en Oceanía. Es el único y el mismo Cristo el que está presente en el Pan eucarístico de todo lugar de la tierra...
Hemos de redescubrir la alegría del domingo cristiano. Hemos de redescubrir con orgullo el privilegio de participar en la Eucaristía, que es el sacramento del mundo renovado..Al reunirse al rededor de la mesa eucarística, la comunidad ha ido forjándose como nuevo pueblo Dios...Que también nosotros, los cristianos de hoy, retomemos conciencia de la importancia decisiva de la celebración dominical y sepamos hallar en la participación en la Eucaristía el impulso necesario para una nueva implicación en el anuncio al mundo de Cristo “nuestro salvador”.

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