miércoles, 9 de junio de 2010

¡OH HERMOSURA DE DIOS!



¡0H HERMOSURA DE DIOS!

Teresa de Jesús es una santa que no anda por las nubes, excogitando melifluas consideraciones teóricas, de espiritualidad angelical. Es tan humana, que a Dios lo trata de tú a tú en Jesucristo, a quien ve como un Hombre-Dios de grandísima hermosura.

Y un día le ocurrió lo que no podía ni esperarse. Tenía la debilidad de retener en su retina la imagen de las personas con las que había tratado de cerca. Hasta tal punto, que esas imágenes se le venían a la imaginación cuando menos se lo esperaba. Y como que no se las podía quitar de encima. Se sentía atada a las personas que admiraba.

Y un día cayó en la cuenta de que se le había representado Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Y ante esa representación, palidecieron las otras figuras humanas. De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy día; porque, para esto bastaba sola una vez, cuantimás tantas como el Señor me hace esta merced.

Quedé con un provecho grandísimo, y fue éste: tenía una grandísima falta, de donde me vinieron grandes daños y era ésta, que como comenzaba a entender que una persona me tenía voluntad, y si me caía en gracia, me aficionaba tanto a ella, que me ataba en gran manera la memoria a pensar en él.., y era cosa tan dañosa que me traía el alma harto perdida”.

¿Solución? “Después que ví la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que, en su comparación, me pareciese bien, ni me ocupase. Que, con poner un poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi alma, he quedado con tanta libertad en esto, que, después, acá todo lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y gracias que en este Señor veía”.

¡Hermosura de Dios! ¡ Hermosura que excedéis a todas las hermosuras!, terminará rezando santa Teresa.

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